8/9/07

La vida te da sorpresas

 


Hace meses que el gobierno nacional, con el respaldo alegadamente científico de algunos estudios demoscópicos, instaló en la opinión pública la idea de que las elecciones presidenciales de octubre serían un puro trámite, que la victoria oficialista estaba garantizada y que la única incógnita que subsistía (finalmente develada en una recámara de Olivos) consistía en saber si el triunfador sería "pingüina o pingüino". Las voces de la Casa Rosada, sostenidas por un afinado coro de analistas, postulaban que la política argentina se había vuelto tan calculable como la astronomía, que la opinión pública se movería con la exactitud de los planetas, que la consagración del kirchnerismo ocurriría sin sobresalto alguno, puntual como un eclipse.
Los politólogos abundaban en argumentos: "Mientras los precios de la soja y el maiz sigan altos, hay kirchnerismo para rato", decían, por ejemplo. Otros añadían: "Las elecciones –con alguna excepción- tienden a ratificar a los que se encuentran en ejercicio del poder."
En política, sin embargo, siempre es más sencillo prever el pasado que el porvenir. Y, en rigor, hace ya un tiempo que esas teorías han sido refutadas por los hechos. A fines de 2006 ocurrió el plebiscito de Misiones. Cuando fue derrotado el gobernador Carlos Rovira en su intención –apoyada por el gobierno nacional- de incorporar una cláusula constitucional de reelección indefinida, aquellos analistas alegaron que su hipótesis no estaba en juego en ese caso, pues un plebiscito es un comicio de rasgos excepcionales.
Pero vinieron otras elecciones. Y una candidata del ARI –Fabiana Ríos- derrotó al gobernador en Tierra del Fuego y candidato de la Casa Rosada, mientras en la Capital Federal Mauricio Macri vencía simultáneamente al jefe de gobierno en ejercicio y al candidato principal del kirchnerismo.
El primer domingo de septiembre, el triunfo electoral de Hermes Binner en la Santa Fé conducida por el pejotista Obeid y la victoria política (ya consumada, mientras todavía se recuentan votos y telegramas) de Luis Juez en Córdoba al remontar los 15 puntos en contra que le asignaban las encuestas, se constituyeron en dos nuevas evidencias que refutan la hipótesis de que siempre gana el oficialismo.
Lo que más bien indican todos esos ejemplos (tanto Santa Fé, como Córdoba y la Capital Federal, además de Tierra del Fuego y Misiones…y si se quiere, así en este caso no haya todavía prueba electoral para mostrar, Santa Cruz) es un comportamiento común de las poblaciones urbanas: en todos los casos hubo una reacción política hostil al oficialismo nacional, señal evidente de la paulatina toma de distancia de la llamada opinión pública (las clases medias de las grandes ciudades) en relación con el gobierno central, del que fueron principal base de sustentación durante largos meses. Este significativo vuelco debería introducir alguna semilla de duda en la visión panglossiana de los augures oficialistas.
Aunque ese movimiento aún no se haya manifestado allí electoralmente, en Río Gallegos es ostensible para todo el mundo -en particular para el Presidente y su esposa, que en los últimos cuatro meses sólo pisaron la ciudad durante unas horas, y la abandonaron veloz y casi subrepticiamente, a las chitas callando, después de que un hombre de la confianza del matrimonio, el señor Varizat, arrolló con su cuatro por cuatro a una veintena de manifestantes antikerchineristas.
En Misiones, el voto más opositor del plebiscito se concretó en Posadas, donde el rechazo a la reelección perpetua fue de 7 a 3.
En Tierra del Fuego, Ushuaia determinó la derrota del oficialismo. En la provincia de Santa Fé, tanto Rosario como la capital provincial fueron puntales en la victoria de Binner y fue la ciudad de Córdoba la que sostuvo principalmente a Luis Juez. El candidato del Partido Nuevo -que en algún momento, cuando el gobierno nacional predicaba el credo de la transversalidad, fue una gran esperanza oficialista - olfateó el clima de la ciudad de Córdoba y en vísperas de los comicios del domingo 2 se diferenció francamente de la Casa Rosada: "Yo no soy kirchnerista", disparó. Probablemente a esa movida audaz haya que atribuirle el gran vuelco de electorado radical hacia su candidatura, en busca de una alternativa eficaz de oposición al gobierno. Ese vuelco debilitó a Negri, el candidato de la UCR, y le permitió a Juez una pulseada voto a voto con Juan Schiaretti.
Ahora bien, el gran derrotado del domingo 2 fue el gobierno nacional y su candidata presidencial, la señora de Kirchner. El socialismo triunfante en Santa Fé (con el que la Casa Rosada coqueteó extensamente) apoyará la candidatura presidencial de Elisa Carrió. El Frente por la Victoria santafesino, derrotado, debate intestinamente quiénes fueron los padres de la catástrofe. Las fuerzas justicialistas que consiguieron resistir en sus comunas y municipios observan con resentimiento al gobernador Obeid y a sus amigos de Buenos Aires, que le infligieron al justicialismo de la provincia su primera caída desde la recuperación de la democracia.
En Córdoba, Luis Juez, se considera víctima de un fraude electoral impulsado por el gobierno de Córdoba en alianza con el ala pingüina de la Casa Rosada (Julio De Vido, Ricardo Jaime y Eduardo Di Cola, titular del Correo Argentino, la sede del manipulado escrutinio del domingo 2). José Manuel De la Sota y Juan Schiaretti, por su parte, se sienten íntimamente traicionados por la Casa Rosada, a la que acusan de haber jugado a dos puntas por su reticencia fente al peronismo cordobés. Resultado: Juez, que hasta hace diez días iba a promover el voto por Cristina Kirchner, afirma ahora que hará campaña a favor del voto en blanco. De la Sota, por su parte, presiona a la Casa Rosada asegurando que la situación creada por Juez le dejará poco tiempo para ocuparse de la campaña presidencial. Y la sociedad cordobesa (acompañada por la opinión pública del país) está convencida de asistir a un fraude comparable con el que consuma habitualmente el INDEC de Guillermo Moreno cuando anuncia el aumento del costo de vida.
La candidatura de la señora de Kirchner pisa así terreno pantanoso en al menos tres de los cuatro distritos mayores del país (Capital, Córdoba, Santa Fé) además de el (política, aunque no numéricamente) significativo de Santa Cruz.
El gobierno se ve así necesitado de apuntar sus cañones a la provincia de Buenos Aires y al poderoso conurbano. Allí, sin embargo, también están ocurriendo cosas desalentadoras. La amenaza de Manuel Quindimil de no presentarse a la reeelección como intendente de Lanús debe ser interpretada como un signo de la reticencia del peronismo granbonaerense al estilo de la candidata oficialista. "A Kirchner lo conocemos, a la senadora la conocemos menos", había advertido unos días antes el camionero Hugo Moyano desde la CGT. Una frase que se encuentra en la misma frecuencia de onda que otra pronunciada por José De la Sota, en la que señaló que le gustaría una fórmula "más peronista". La señora de Kirchner, que combina boinas chavistas con costosos conjuntos de haute couture, no termina de ser asimilada por los cuadros y los votantes justicialistas que, irónicamente, son aquellos en los que su esposo ha decidido confiar su suerte en la elección.
La lejanía peronista se ve reflejada en las encuestas: en Córdoba la señora está midiendo 23 puntos, de acuerdo a los estudios que lee el gobernador De la Sota. En el Gran Buenos Aires, un poco más: alrededor de 34 y en caída. Para colmo de males, Daniel Scioli, candidato a gobernador, supera la marca de la primera dama en 12 puntos. Esto significa no sólo que la esposa del presidente puede ser forzada a una segunda vuelta, sino que el conurbano peronista –cuyo núcleo de acero es el aparato que en su momento respondió a Eduardo Duhalde y que fue notoriamente vituperado por la candidata y su marido- puede encontrar en el candidato a gobernador un referente político inependiente y más fuerte que electoralmente que la designada por el dedo presidencial.
Ese doble contratiempo ha alentado a los laboratorios de la Casa Rosada a imaginar soluciones (que pueden transformarse en nuevos problemas). Una de las fórmulas maquinadas tiene visos rocambolescos, pero vale la pena describirla. Se trataría de obrar para que Daniel Scioli, en lugar de ser candidato a gobernador bonaerense, pase a ser postulante a la vicepresidencia como copiloto de la señora de Kirchner.
¿Cuál sería la ganancia? Según los consejeros del Principe (o de la Princesa, si se quiere), los réditos son obvios: se evitaría de ese modo la antipática comparación entre los caudales electorales de Scioli y de la señora y se aplicaría el carisma del vicepresidente a traccionar votos para la fórmula presidencial, sacándola de la zona de riesgo de una segunda vuelta.
Según los cálculos de los estrategas que elucubran estos manejos, no es demasiado difícil conseguir el objetivo: primero hay que voltear la candidatura bonaerense de Scioli, algo de lo que, en rigor, pueden ocuparse los jueces bonaerenses sin demasiado esfuerzo ,apoyándose en las impugnaciones que presentarán varios candidatos opositores. El gobierno nacional se allanaría a una decisión judicial de esa naturaleza y la transformaría en rédito de la virtud: a diferencia de otros, se presentaría acatando la voz de la Justicia. Quedaría como candidato a la gobernación el matancero Alberto Edgardo Balestrini. No importaría que saque menos votos de los que podría conseguir Scioli en la misma situación, porque la provincia se gana a simple pluralidad de sufragios y no hay segunda vuelta.
Ante el contratiempo judicial, se le ofrecería a Scioli la candidatura a la vicepresidencia. Hace falta que el radical Cobos renuncie a la postulación, pero el hombre estaría dispuesto al sacrificio.
El único misterio subsistente, que obliga a la duda a los aprendices de brujo, reside en adivinar la actitud del propio Scioli. ¿Se resignaría el paciente motonauta a que le cambien un seguro gobierno provincial por un papel que ya ha desempeñado sacrificadamente durante cuatro años y pico? ¿Qué podría ocurrir si, consumada una decisión judicial que le niega la candidatura bonaerense, Scioli responde a la oferta de una candidatura vicepresidencial con la célebre frase del Escribiente Bartleby: "Preferiría no hacerlo"? ¿Qué ocurriría si Scioli decide, en tal caso, irse a su casa y esperar un tiempo, algunos meses, para lanzarse como candidato presidencial en otro turno? ¿Podría ocurrirle a la candidata oficialista, a la "ganadora segura" de encuestólogos y analistas, que se quede sin apoyos políticos firmes no sólo en Córdoba, Santa Fé y Capital, sino también en el renombrado fortín bonaerense? En la Casa Rosada deshojan la margarita.
Tal vez se atribuya a este análisis un carácter excesivamente conjetural. Sería una objeción justa. Hay que admitir, no obstante, que no son menos conjeturales los diagnósticos astronómico-políticos que dan por segura la aparición del sol cristinokirchnerista el domingo 28 de octubre. La vida da sorpresas. Como dijimos, evocando a Dante Panzeri, una semana atrás: la política es la dialéctica de lo impensado.

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