Víctimas del fuego amigo
En menos de 30 días, a contar desde el comicio del 28 de octubre, y cuando restan aún dos semanas hasta que se consume la reelección sui generis, con la asunción presidencial de la señora de Kirchner, el oficialismo acumula ya varias crisis significativas en sus elencos superiores.
En el marco general de la tensión constante entre los continuistas prolijos de Alberto Fernández y el continuismo salvaje que se atribuye a Julio De Vido, la opinión pública ha observado ya la abrupta interrupción de la carrera de Miguel Peirano a la cabeza del ministerio de Economía. Técnico íntimamente vinculado a la Unión Industrial (y, particularmente, a la empresa que constituye su médula corporativa: Techint), Peirano era el elegido para encabezar el Palacio de Hacienda en el segundo período kirchnerista, pero tuvo que alejarse del puesto para no soportar la capitis diminutio de que un subordinado teórico –el secretario de Comercio, Guillermo Moreno- mandara más que él en varios segmentos de su ministerio. En rigor, Moreno es apenas un peón en el ajedrez oficialista, y si puede amenazar a alguien es porque cuenta con el apoyo de piezas mayores. En su caso: De Vido y el presidente Néstor Kirchner.
El oficialismo tuvo que desproveerse del ministro deseado y convocar a un sustituto, el joven Martín Lousteau. Por tratarse de un funcionario junior, Lousteau es seguramente, en esta primera etapa, más flexible a las presiones que Peirano, un hombre de con más trayectoria. En cualquier caso, Lousteau sabe que tiene un futuro técnico por delante y que, si quiere preservarlo, debe lograr que las concesiones que haga a la lógica del poder sean medianamente compatibles con el buen sentido profesional. En no demasiado tiempo se verificará si la de Peirano fue la última crisis del kirchnerismo reelecto con los responsables del área económica, o sólo una de las penúltimas.
Lousteau, por caso, tendrá que decir algo sobre el INDEC. Los registros de inflación inducidos por Guillermo Moreno carecen de credibilidad, son cuestionados en el país y en el mundo. Sus estimaciones son caprichosa y arbitrariamente inferiores (dos o tres veces más bajas) que las calculadas por los Institutos de la mayoría de las provincias argentinas. Otro tanto sucede con las cifras de desempleo: el INDEC lanzó esta semana al ruedo un porcentaje (8,1 por ciento) que surge de una muestra en la que no fueron relevadas áreas sumamente representativas: Gran Buenos Aires, La Plata y Gran La Plata, Bahía Blanca y Mar del Plata-Batán.
La investigación evoca fatalmente la historia del hombre que busca algo en la noche cerrada, bajo el farol que ilumina una esquina. Un agente de policía le pregunta que es lo que busca, y el hombre responde: "Se me cayó la llave de casa". El policía busca un rato junto a él, sin éxito; finalmente pregunta: "¿Está seguro de que se le cayó por aquí?". Responde el hombre: "No, se me cayó a media cuadra, pero allá está muy oscuro". El gobierno decidió medir el desempleo donde Moreno ve luz, despreciando el lugar penumbroso donde está la clave del fenómeno. ¿Sirve un índice así confeccionado?. Eso deberá responder Lousteau técnica y políticamente tan pronto asuma (o antes).
A la crisis determinada por el alejamiento del ministro de Economía en ejercicio, se suma ahora el culebrón que involucra a dos ministros y a dos organismos de inteligencia y que contiene en su entretenida trama escuchas ilegales y seguimientos que transgreden las leyes que rigen la actividad de los servicios de información.
Esta semana se conoció el despido del general de brigada Osvaldo Montero, un artillero, que hasta hace 20 días ocupaba la jefatura de inteligencia del Ejército. La información disponible atribuye el retiro forzado de Montero a una decisión de la ministra de Defensa, Nilda Garré, quien habría imputado al general un "comportamiento desleal": habría realizado operaciones destinadas a favorecer la asunción de Aníbal Fernández como titular de Defensa en lugar de Garré. La descripción somera del episodio induce a pensar en maquinaciones florentinas de algunos miembros del gabinete contra otros colegas. Si se avanza en los detalles la impresión tiende a confirmarse. Según el relato de Clarín -que tuvo la primicia-, a la alianza (subjetiva u objetiva, el dato no es demasiado relevante) entre la el jefe de la inteligencia militar y Aníbal Fernández se contrapuso la alianza de la ministra Garré con un funcionario intermedio de la Secretaría de Inteligencia del Estado. Este habría producido para Garré información, emanada de escuchas clandestinas, que corroboraba la conspiración destinada a desplazarla de la cartera en beneficio de Aníbal Fernández. Los hechos centrales ocurrieron hace más de dos semanas. El gobierno mantuvo cerrada la información y sólo admitió el despido del general Montero después de que Clarín lo puso en letras de molde. "El escándalo desató un conflicto profundo entre los ministros involucrados -informó La Nación-. Los recelos recíprocos dispararon una orden tajante de Kirchner: nadie habla del tema". Se hable o no, la realidad trasciende, y lo que se observa es que el proceso de reelección sui generis arrastra consigo pulsiones de crisis que empiezan a manifestarse antes aun de que la reelección se consume.
Por la importancia que tiene en el paisaje nacional, conviene observar también la transición en la provincia de Buenos Aires. Allí, mientras el gobernador saliente invierte fondos públicos en una curiosa campaña publicitaria de autoelogio y su ministro de economía asegura que "la administración del gobernador Solá culminará con la situación financiera absolutamente bajo control", el gobernador electo, Daniel Scioli, advierte que deberá afrontar "un déficit de unos 3.400 millones de pesos, sin tomar en cuenta el aumento salarial de los trabajadores estatales para el año próximo". Scioli avisa que necesitará ayuda nacional para poder afrontar, en esas delicadas condiciones, las enormes necesidades del distrito.
Más allá del precio de la soja y de la fragmentación opositora, dos factores que sin duda le ofrecen cuotas inapreciables de oxígeno, no puede afirmarse que el kirchnerismo bicéfalo inicie su segundo período presidencial con "todo atado y bien atado".