Unicato, éxodos y locuras
El gobierno dinamita puentes, corta el diálogo con el campo y llama locos a los ruralistas. En el oficialismo se ha iniciado el éxodo de gobernadores, intendentes y parlamentarios que no quieren avalar la política impulsada por Néstor Kirchner, vértice de un régimen de unicato desafiado por la insubordinación de la Argentina Interior.
LEAR: ¿Me estás llamando bufón?
BUFON: Tus otros títulos los has
cedido. Con este naciste (…)
Cuando partiste tu corona
en dos te cargaste el burro al hombro
para cruzar el vado.
WILLIAM SHAKESPEARE, El Rey Lear, I, 4
En las últimas semanas un síndrome misterioso induce al gobierno a evocar con reiteración la demencia. El ministro de Justicia, Aníbal Fernández (que, por lo demás, ahora se atiene al lema "el silencio es salud") aseguró que era "una locura" la hipótesis de que Néstor Kirchner pudiera asumir como jefe de Gabinete. En el mismo párrafo descalificó también la posibilidad de que Martín Lousteau dejara la silla de ministro de Economía, lo que ocurrió, no obstante, pocas horas después.
Otro Fernández, Alberto, el jefe de Gabinete, aventuró el viernes 8 de mayo que los dirigentes del campo "se volvieron locos", y casi a coro, el ministro de Interior, Florencio Randazzo, diagnosticaba en los ruralistas una "actitud demencial". ¿Por qué mentar la soga en casa del ahorcado?
Lo cierto es que, lo recite quien lo recite, es el discurso oficial el que suena lleno de sonido y furia y se compone de una serie de repeticiones cada vez más altisonantes que no escuchan ni toman en cuenta las voces y conductas de los otros. Cuando despunta algún esfuerzo de recepción y parece iniciarse un diálogo, éste es tronchado brutalmente, y el lenguaraz voluntarioso es forzado a desmentirse a sí mismo y a sus interlocutores. El procedimiento, descompone el teléfono, dinamita los puentes, aniquila las mediaciones. Probablemente es esa propensión al aislamiento lo que está convirtiendo el espacio oficialista en un plano inclinado por el que se deslizan y alejan apoyos que el gobierno descontaba hasta que estalló el conflicto por las retenciones móviles a la soja.
La movilización del campo se ha convertido en una insubordinación de la Argentina interior, que no reclama sólo reivindicaciones sectoriales, sino que ha proclamado el federalismo fiscal como programa y colocó en el centro del debate el sistema confiscatorio centralista de matriz parasitaria sobre el que el oficialismo montó su hegemonía a partir de 2003.
El gobierno edificó en estos cinco años un sistema de poder hipercentralizado, un "Unicato", en el que Uno expropia recursos del país así como el poder de cámaras legislativas, gobiernos provinciales y buena parte del sistema judicial. Ese dispositivo, construido sobre la base de la confiscación, el manejo de la caja, el disciplinamiento estricto, el manejo de la calle y la confrontación permanente, ha tocado un límite fuerte.
El titular del Unicato es Néstor Kirchner. El hecho de que le haya cedido sus títulos oficiales a su esposa Cristina Elisabeth sólo cambia las cosas en el sentido de que él ejerce casi clandestinamente su mando, y las formalidades (incluyendo las que se ejercen desde la Casa Rosada) obstruyen a veces poco y a veces mucho ese ejercicio. También provocan problemas, digamos de gestión: quienes por hache o por bé necesitan recibir una palabra decisiva del gobierno comprueban a menudo que no están hablando con el interlocutor adecuado.
Puesto que la rigidez es uno de los componentes centrales del Unicato, el dispositivo montado por el Unico no puede flexibilizarse sin riesgos de disolución. Está en su propia lógica interna confrontar hasta el fin. De allí que su conducta no satisfaga a los analistas que le piden "comportamientos sensatos y racionales". Su racionalidad se deduce de su comportamiento habitual.
Un domingo atrás, un periodista escuchado y respetado por los Kirchner (lo que debe apreciarse en toda su significación), se refirió a esa lógica en su columna de Página 12 llamándola "genética kirchnerista"; para ilustrarla, Horacio Verbitsky evocó hechos del año 2002, cuando NK era aún gobernador de Santa Cruz: "La voluntad de no ceder a la acción directa ni por la amenaza de la fuerza es un rasgo genético del kirchnerismo. Pero también incluye la decisión de enfrentar el reto con medios políticos y sin recurrir a la represión (de las fuerzas de seguridad). .. El episodio de mayor trascendencia nacional en ese sentido ocurrió en 2002, cuando el entonces gobernador Kirchner instó a sus partidarios a no dejarse correr por las cacerolas que en los días anteriores habían rodeado la Legislatura en Río Gallegos: días después, militantes del Frente para la Victoria de Kirchner y funcionarios de su gobierno cumplieron con la sugerencia y blandieron palos y cadenas ante los cacerolos".
En una palabra, los métodos informales de disputa de las calles y las rutas practicadas por los grupos que comanda Luis D'Elía o por activistas del sindicato de Camioneros de Pablo Moyano ya habían sido inventados en Santa Cruz, forman parte de la genética K.
Un secreto actual: es probable que ese rasgo genético (el no empleo de las fuerzas de seguridad y el uso, a cambio, de grupos "con palos y cadenas") se deba a la pérdida por parte del Unicato del monopolio legal de la fuerza. Probablemente el Uno prefiere dar órdenes a quien las va a cumplir (D'Elía) y no a quienes sospecha que pueden desobedecerle.
En cualquier caso, la genética kirchnerista, la lógica de su dispositivo de poder supone la confrontación y considera siempre que lo que está en juego es el poder mismo, la capacidad de gobernar; que conflictos como el del campo sólo pueden terminar con la victoria y la anulación del adversario. Un dicho sostiene que cuando uno no quiere, dos no pelean. Es probable que Néstor Kirchner haga realidad la inversa de esa frase. Cuando uno quiere, dos pelean.
Quien coloca permanentemente el ejercicio del poder como trofeo de un conflicto, obviamente arriesga perder el poder si es derrotado. Néstor Kirchner afronta ante la rebelión federal un conflicto que puede perder. Una pelea con un adversario importante y extendido: el sector más dinámico y competitivo de la economía argentina, territorialmente desplegado en todo el país, que cuenta, además, con la simpatía de la opinión pública urbana.
A diferencia del dispositivo hipercentralizado propio del Unicato, la movilización de la Argentina Interior parece funcionar sobre la base de una organización solidaria, descentralizada y en red. A cambio de la rigidez de la otra parte, el campo actúa con flexibilidad y escuchando el mensaje que llega desde abajo y se expresa en las asambleas. De ese modo puede cambiar de tácticas, corregir inercias o desviaciones (los cortes de ruta se han manejado desde la reanudación del paro con la atención puesta en no perjudicar a los consumidores urbanos) y procurarse nuevos apoyos.
De hecho, el campo inicia esta segunda etapa de movilización con respaldos explícitos de gobernadores (en primer lugar, el de Córdoba, Juan Schiaretti), legiones de intendentes y legisladores. El oficialismo sufre una sangría que amenaza con tornarse incontenible. El debate que expresa la resistencia del peronismo a las políticas que impone Kirchner para el campo se ha expresado ya en pleno bloque oficialista de la Cámara de Diputados. Más aún: el propio presidente de ese bloque, el santafesino Agustín Rossi , ha quedado herido en el ala la última semana cuando orgánicamente el justicialismo de Santa Fé (su partido) hizo pública su postura sobre el conflicto: "Hay que defender el sistema agroproductivo argentino, porque es la base del desarrollo económico de la provincia y del país entero", reza la declaración suscripta por el titular del partido, Norberto Nicotra. Simultáneamente, el senador Carlos Reuteman se pronunció en el mismo sentido y llevó personalmente su apoyo a distintas asambleas y piquetes rurales de su provincia.
El gobierno Kirchner observa como se le escapan los peronistas de Córdoba y Santa Fé, y como institucionalmente los gobiernos de ambas provincias (uno justicialista, otro socialista) expresan su apoyo al campo, mientras las encuestas no sólo registran la caída veloz de la señora de Kirchner (hoy con poco más del 20 por ciento de imagen positiva) sino el alejamiento de su propia base electoral: 1 de cada 4 ciudadanos que la votaron en octubre declaran hoy que ella marcha en rumbo equivocado.
Las palabras en esas circunstancias pueden traicionar a los hablantes, oscuras pulsiones inconcientes pueden colocar con frecuencia en los discursos palabras inadecuadas o inoportunas. La señora de Kirchner, por caso, en su reciente visita a Jujuy ensalzó los esfuerzos de su gobierno en términos de " una nueva epopeya, como la del éxodo de Belgrano, como la del Exodo Jujeño ".
¡La palabra éxodo es tan reveladora ! Por otra parte: el éxodo jujeño. Se trató de una maniobra defensiva, desesperada en la que un Manuel Belgrano que se veía en inferioridad ante los españoles del general Goyeneche, reforzados con tropas que llegaban desde el Alto Perú, ordena abandonar la plaza y dejar atrás sólo tierra arrasada: quemar casas y cosechas. Cuando evoca el Exodo Jujeño comparándolo con su propia epopeya (breve, debe admitirse), ¿son esas las imágenes que desfilan por la fantasía de la Presidente: huídas, incendios, desolación, amenaza enemiga?
Si los sueños de la razón engendran monstruos, ¿qué criarán las pesadillas?
Publicado en La Capital de Mar del Plata (110508)
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