9/7/08

Un cuchillo sin hoja al que le falta el mango

 





Por una diferencia estrecha, el oficialismo consiguió finalmente media sanción de la Cámara de Diputados para el proyecto que el Poder Ejecutivo envió al Congreso el 24 de junio o, más bien, para lo que quedó de él.
Al día siguiente del anuncio de la señora de Kirchner de que consultaría al Legislativo, el ministro de Justicia Aníbal Fernández, con su habitual clarividencia, tradujo los deseos del matrimonio presidencial: “Hay que aprobar a libro cerrado el texto que se envió”. Si se excluyen los dos primeros artículos del proyecto, el resto fue totalmente modificado en función de la necesidad del oficialismo de acercar socios y votos y, sobre todo, de evitar fugas de las propias filas. Así, el resto del proyecto original quedó como un cuchillo sin hoja al que le falta el mango. La ansiedad recaudatoria que había guiado inicialmente al gobierno y al redactor de la resolución 125 (el renunciado y alejado ministro de Economía Martín Lousteau) tuvo que contentarse con muchísimos menos recursos potenciales que los 1.500 millones de dólares que esperaban cosechar con las retenciones móviles. En sus intentos (no siempre exitosos) de seducción a diputados propios y ajenos, el kirchnerismo legislativo dejó jirones de aquella suma.
En cualquier caso, y aun si se admite que el tintineo de la caja es un sonido que subyuga al oficialismo, lo central para el matrimonio presidencial consistía en salvar del naufragio que le provocó su choque con el campo una imagen de victoria legislativa y los dos artículos primeros del proyecto, los que ratifican la resolución 125 y le reconocen al Ejecutivo su atribución para fijar esa suerte de impuesto excepcional a los ingresos brutos que son las retenciones.
Al aprobar (por menguada que haya sido la diferencia) ese capítulo del proyecto original, la Cámara de Diputados delegó una vez más a la Presidencia funciones específicas que le fija la Constitución, es decir se sometió voluntariamente a una amputación de facultades propias. Está por verse aún –sobre ese tema deberá pronunciarse tarde o temprano la Corte Suprema- si lo que votó la Cámara Baja es o no inconstitucional. El hecho de que el Congreso vote una norma –por la mayoría que sea- no convierte a esta automáticamente en constitucional. Si una mayoría legislativa decidiera próximamente, por ejemplo, designar rey a Néstor Kirchner o implantar la esclavitud en la Agentina, esas ocurrencias no pasarían el examen de constitucionalidad, serían nulas de toda nulidad, la Corte se expediría sobre el asunto con la celeridad necesaria y, además, probablemente la ilegalidad manifiesta determinaría reacciones políticas de distinta magnitud.
El gobierno, de todos modos, tiene motivos para suspirar aliviado por el momento, ya que consiguió preservarse de una derrota legislativa. Por primera vez en mucho tiempo el Congreso actuó más cerca de lo que la sociedad espera de él que de la escribanía presidencial en la que estuvo convertido durante cinco años. Hasta los diputados oficialistas parecían alegres de este volver a vivir, aunque omitían en sus discursos ante las cámaras de tevé que la fuerte asistencia y los debates enérgicos, las reuniones multitudinarias de las comisiones y las consultas a las partes interesadas que el país observó en los últimos días ocurrieron como resultado de una vastísima movilización del campo y de la Argentina interior que duró casi cuatro meses, que forzó al matrimonio presidencial a enviar al Congreso lo que pretendía decidir de entrecasa y que hasta impulsó a sectores del oficialismo a retobarse, a desobedecer o a elevar su cota de pensamiento crítico y realismo. Fueron el campo y la rebelión de la Argentina interior los que levantaron la cotización del Congreso y de los congresistas (sin excluir, por cierto, a los del oficialismo y sus aliados).

La prueba del ácido

Ese triunfo forzado y notoriamente pírrico que el kirchnerismo logró el sábado a la mañana tiene todavía que pasar por la prueba del ácido de la realidad. Si bien se mira, lo que el oficialismo saca de Diputados es la ratificación de la resolución que provocó el largo conflicto; puede objetarse que los montos de las retenciones han sido acotados por un mecanismo de compensaciones que achica sus efectos para los productores más pequeños. A eso hay que señalarle, sin embargo, que los productores desconfían de las compensaciones (“¿Para qué me sacás con el argumento de que me vas a devolver? No me saques”, ha objetado con elocuencia el entrerriano Alfredo De Angeli) y que estas compensaciones, según lo que aprobaron los diputados, rigen sólo hasta octubre, por cuatro meses. Es decir: en el mejor de los casos las retenciones se achican hasta octubre, pero esta ley le ha reconocido sine die al Poder Ejecutivo la atribución de fijar ese impuesto y los montos correspondientes. ¿Con qué confianza van a sembrar y producir los chacareros ante esa discrecionalidad atribuida a una autoridad que sólo cedió lo que cedió después de una verdadera gesta nacional de la Argentina interior? Muchos de ellos piensan que, en unos meses, una vez desmovilizado el campo, un Ejecutivo urgido financieramente por las dificultades de su política económica volverá a embestir contra él.
Por eso la inquietud sigue manifestándose en asambleas y a la vera de las rutas. La votación de la Cámara Baja no devela las dudas e inquietudes de los productores. Y por cierto no da ninguna respuesta aún a los reclamos de mejor distribución territorial de los recursos.

La naturaleza de la crisis

Lo que el país viene desplegando desde hace 120 días meses no es una crisis como otras, ni una mera pelea entre un sector y el Estado, ni un cortocircuito de carácter institucional. Esas y otras dimensiones están presentes, sí, pero lo que define la actual situación es su carácter de crisis política de fondo, la circunstancia de que un amplísimo y creciente número de argentinos siente que debe optar entre uno de dos espacios enfrentados.
Lo paradójico, a primera vista desconcertante, es que la crisis se desatara en el momento en que a la Argentina se le abre una perspectiva de abundancia. Se trata, en rigor, de una crisis que estalla porque una traba política obstruye el acceso del país a la oportunidad histórica excepcional de reinstalarse vigorosamente en el mundo a partir de sus capacidades productivas y su competitividad internacional en el terreno de los alimentos, convertido en un campo estratégico por la explosión de la demanda mundial (y por la sutentabilidad en el tiempo que se proyecta en esa demanda).
El obstáculo se interpone no ante una posibilidad genérica o azarosa, sino ante una oportunidad que ya se ha abierto. No se trata de que la Argentina tenga meras “condiciones naturales” para ese apovechamiento. Tiene tradición en la actividad y experiencia productiva, tiene un sector social protagonista de la producción que reúne a la vez espíritu emprendedor, creatividad, competitividad internacional e importancia económica. Los producción del complejo agroindustrial responde por las dos terceras partes de las exportaciones argentinas.
Ese fenómeno heterogéneo pero íntimamente conectado, que se expresa como “el campo” se manifiesta en todo el territorio nacional, ha expuesto su voluntad de actuar y de “remover el obstáculo” que impide la conexión con la oportunidad histórica. Y define como obstáculo una política –un gobierno- que no se limita a impedir pasivamente esa realización , sino que lo hace de modo activo: combate por distintos medios, sin excluir el uso de la presión y de la fuerza, a los sectores que encarnan esa oportunidad.
El instrumento de la obstrucción ha sido el sistema de las retenciones móviles impuesto por la resolución número 125, que el gobierno K sostiene pese a que hizo renunciar al ministro que la elucubró.

Menos equidad territorial que en el Proceso

Esa resolución y el régimen de retenciones que estableció son en verdad, una ilustración perfecta tanto del obstáculo que el oficialismo le impone a la producción agraria como de su agresión al federalismo fiscal. Sucede que las retenciones son recursos que el gobierno nacional recauda, pero excluye de la masa impositiva que debe coparticipar con las provincias. Así, afecta a los productores y a los distritos en los que ellos operan, aspirando de los bolsillos de unos y otros fortunas que terminan en las arcas del centralismo.
En el período 1973-75, durante el último gobierno de Juan Perón, continuado, tras la muerte del General, por su viuda, María Estela Martínez, la coparticipación automática de la recaudación total de impuestos nacionales a favor de las provincias superó el 50 por ciento (durante 1975 llegó al 52,4 por ciento).
Durante el Proceso militar, iniciado en 1976 con el derrocamiento de María Estela Martínez de Perón, la cuota de impuestos coparticipados por las provincias cayó marcadamente, y en el último año de ese régimen fue del 32 por ciento.
La ley 23548, sancionada durante la presidencia de Raúl Alfonsín, decidió que el 57,66 por ciento de los recursos recaudados iría a las provincias y garantizó en su artículo 7 que las transferencias automáticas no serían inferiores al 34 de esos recursos. Hoy no sólo no se obedece a la Constitución reformada en 1994 que reclama una nueva ley de coparticipación federal: tampoco se cumple con la norma subsistente, pues el porcentaje de recursos recaudados por la Nación que se transfiere automáticamente a las provincias es el más bajo del último medio siglo: sólo el 27 por ciento. Sí, más bajo inclusive que el de los años de la dictadura.
Y ese reparto se sigue encogiendo en términos proporcionales. En mayo, por ejemplo, los recursos totales del sector público se incrementaron en un 30,5 por ciento. Las transferencias automáticas a las provincias, en cambio, sólo crecieron un 19,5 por ciento en promedio. Los promedios muchas veces opacan la realidad. En el caso de las transferencias a las provincias, ocultan que algunas (las que tienen gobernadores obedientes y disciplinados) son favorecidas con recursos que se niegan a los más díscolos. Mientras el Entre Ríos recibe 1600 millones para obras públicas y al Chaco de Jorge Capitanich se lo premia con 200, a Córdoba sólo se le giran 18 millones y medio, mientras su gobernador, Juan Schiaretti amenaza con recurrir a la Justicia para que le paguen cien veces esa suma: 1.600 millones de compromisos previsionales que el Estado Nacional había jurado que oblaría…antes del conflicto agrario. Por su lado, Catamarca, donde gobierna un radical que dejó de ser K, Eduardo Brizuela del Moral, recibió alrededor de $20 millones, pero reclama 100 de una deuda que el estado central le mezquina.
El Estado central, entretanto, recauda y gasta. En ese mismo mes de mayo, por caso, el gasto primario del gobierno nacional creció (por encima de la recaudación) un 40,1 por ciento. La mitad de ese aumento se destinó a “transferencias al sector privado”, dicho más llanamente: a subsidios, buena parte destinados a cubrir el notable déficit energético y la dispendiosa vía de resolverlo que eligió el gobierno, o al transporte. En lo que va del año –señala un minucioso informe del diario La Nación-, el aporte de los subsidios “al incremento de los gastos primarios ya supera la contribución de las prestaciones a la seguridad social, explicando, respectivamente, un 35 por ciento y 32 por ciento de la expansión total".

La lógica del “modelo”

El llamado “modelo K”, tiene una lógica transparente: succiona recursos de todos los distritos (principalmente de la Argentina interior) hacia la caja central y los emplea para condicionar y disciplinar gobiernos provinciales o municipales; confisca a los sectores más productivos y competitivos y con ellos distorsiona los precios y genera dependencia de sectores empresarios, que en lugar de obtener rentabilidad por la vía del mercado y la competencia, la consiguen como cortesanos y embolsando subsidios.
Un trabajo reciente ilustra la matriz parasitaria de ese modelo: “Actualmente, para la soja, con una retención del 46 por ciento y un valor para la tonelada de soja de u$s 550, el Gobierno recauda unos u$s 250 por tonelada de soja producida. Así, el productor que cosechó 40 quintales por hectárea, aporta al Estado 1000 dólares por hectárea (sí, mil dólares por hectárea) y el que sacó 12 quintales aporta 300 dólares por hectárea aunque perdió plata y lejos de tener una renta extraordinaria tuvo una pérdida. En los actuales niveles de retenciones no hay situación en la que el productor gane más que el Estado, que lo único que hizo fue dictar la Resolución 125.”
Si se agrega que esa recaudación huye de las provincias que generan la riqueza para aterrizar en la caja central, se comprende que el interior –sector público y sector privado- se rebele frente a una política que lo condena al languidecimiento precisamente en el momento en que el mundo ofrece una oportunidad excepcional.
La victoria numérica obtenida por el oficialismo en Diputados ha ratificado la Resolución 125 y, sobre todo, la presunta atribución del Ejecutivo para fijar retenciones a piacere. Ha vuelto a las andadas, aunque endulzara ese trago amargo para el campo con innumerables parches bajo la forma de reintegros…que sólo tienen vigencia hasta octubre. Y que, más allá de eso, no gozan de la confianza de los productores. ¿Solución para semejante crisis o, una vez más, un cuchillo sin hoja y sin mango?

5 de julio 2008. Publicado en La Capital de Mar del Plata

El conflicto del campo y el capitalismo de amigos







Hay gente que hace fortuna trabajando, produciendo, creando, tomando riesgos. Hay otros que se vuelven rápidamente ricos en tiempos críticos, adquiriendo a precio de catástrofe los activos de gente en dificultades. Cuando, bajo el régimen del Proceso Militar, estaba en vigencia la circular 1050, muchos argentinos vieron crecer vertiginosamente sus compromisos inmobiliarios y se vieron forzados a malvender sus casas, sus propiedades. Estos, víctimas de las circunstancias, se empobrecieron mientras otros se enriquecían con su desgracia.

La circular 1050 es un caso clásico del poder que tiene el Estado con sus regulaciones para –como dirían hoy los propagandistas oficiales- redistribuir la riqueza. El matrimonio Kirchner sacó, en términos privados, buen provecho de dificultades ajenas provocadas por las regulaciones del gobierno militar: según sus propias declaraciones de bienes, la treintena larga de los inmuebles que poseen proviene de aquellos tiempos en que el doctor Kirchner, con el auxilio de su señora esposa, abogada en ciernes, trabajaba jurídicamente en el rubro cobranzas, ejecuciones y lanzamientos de un estudio austral. Sus biógrafos patagónicos señalan que Néstor Kirchner siempre estaba en condiciones de hacer una oferta a los deudores amenazados de embargo y lanzamiento por su incapacidad de pago.

Aquella joven y emprendedora pareja de abogados recibidos (o a punto de recibirse) en la Universidad de La Plata descubrió en Santa Cruz, a través de su experiencia práctica, el enorme papel redistribuidor que tiene la regulación estatal, capaz de decidir quién será pobre y quién será rico.

Tres décadas más tarde, el matrimonio se encuentra en condiciones de encarnar el papel redistribuidor que durante su juventud jugó el Proceso Militar. Ahora son ambos cónyuges los que tienen la varita mágica que desbarata negocios o los promueve, reparte miseria, inventa nuevas fortunas o acrece algunas de las preexistentes.

En la Venezuela de Hugo Chávez, el periodista Juan Carlos Zapata, director del semanario Descifrado, inventó la palabra boliburguesía (por "burguesía bolivariana"), para nombrar a una clase social enriquecida merced al favor del poder: concesionarios de obras o servicios, intermediarios de negocios petroleros o financieros, en fin: lo que en la Argentina ha dado en llamarse "capitalismo de amigos". En Venezuela, el ex guerrillero Teodoro Petkoff, hoy convertido en una de las figuras más sólidas de la oposición a Chávez y director periodístico de Tal Cual, se ha preguntado con ironía si "la acumulación primitiva de esta nueva burguesía no halla su origen en la corrupción administrativa".

Explica un observador venezolano: "Ya no se trata de montar industria y arriesgarse, ni tampoco comenzar desde abajo, sino de comprar industrias existentes para legalizar otras transacciones y adquirir negocios establecidos con los ingresos obtenidos en transacciones relampagueantes. La fuente de la riqueza, por consiguiente, está entonces vinculada a la acción del Estado en la economía, en particular, en el mercadeo internacional de los despachos petroleros, las colocaciones bancarias, el manejo de la deuda pública y las compras gubernamentales, entre otras"

En rigor, que desde el Estado se favorezcan algunos enriquecimientos personales no es cosa nueva ni una especificidad de países en desarrollo. En todas partes y en muchos tiempos se han cocido habas. En la Argentina, sin ir más lejos, en tiempos del general Julio Argentino Roca, Domingo Faustino Sarmiento inventó el verbo "atalivar", derivado del nombre de Ataliva Roca, hermano del general y presidente. "Se decía que Julio Argentino creaba y Ataliva recibía".

Lo singular en los países donde impera el capitalismo de amigos o formas sociales equivalente a la boliburguesía venezolana es el manejo simultáneo del palo y la zanahoria: de la capacidad de empobrecer a algunos (o dificultarles la operación) como forma de crear negocios para otros (los amigos).

Entre nosotros han sucedido cosas notables. Algunas empresas extranjeras descubren súbitamente que deben darle lugar en sus directorios y en su sistema de propiedad y poder a "especialistas en el factor local", empresarios con cédula de identidad argentina a los que se atribuye la capacidad de evitar dificultades administrativas o políticas en el terreno. Repsol YPF entregó parte de sus acciones a una empresa argentina (titular del Banco de Santa Cruz, el que maneja los fondos provinciales exportados en su momento a destino desconocido por el entonces gobernador Néstor Kirchner). Esta empresa no hizo desembolso alguno para quedar con el 17 por ciento de la empresa petrolera y con su manejo operativo.

Una importante aerolínea, hostigada durante un extenso período por sindicatos oficialistas, golpeada por huelgas salvajes, obligada a deshacerse de parte de su cuerpo ejecutivo, comprende también la imperiosa virtud de tener un "socio local que conozca el mecado". Es decir, que maneje la lógica del palo y la zanahoria y tenga influencia para detener uno y aproximar la otra.

La contratación de obra pública, el juego, las concesiones energéticas son otros tantos campos de alta rentabilidad en los que en países de matriz "bolivariana" prospera el capitalismo de amigos. Hay quienes se han planteado si se puede interpretar desde esta clave el largo conflicto entre el gobierno de Néstor Kirchner y los productores agrarios.

En una agudísima nota publicada en La Política on Line, la periodista Silvia Mercado explicó que " alguien lo convenció a Néstor de que los alimentos se están transformando en un elemento tan estratégico como la energía" . Estimó Mercado que "esa debe ser la verdadera razón por la que Kirchner salió a comprar campos a través de testaferros (La Política Online publicó al respecto la compra de una de las estancias más grandes de Santa Cruz por parte de Lázaro Báez) y a liquidar a los pequeños y medianos productores con las retenciones para concentrar la propiedad de la tierra y las decisiones de producción, precio y exportación".

Hoy no es preciso depender de las decisiones de otro –generales, Martínez de Hoz, etc.- para crear dificultades a algunos que generen oportunidades a otros. Hoy las regulaciones las produce la familia Kirchner.

En cualquier caso, hubo momentos en que la existencia de una "boliburguesía" nativa, aunque significara un ruido en el desarrollo general, no erigía obstáculos decisivos al crecimiento del país. Ahora, en cambio, superado el momento de rebote económico que se extendió hasta 2006, lo que se nota son progresivas caídas.

La inversión extranjera –clave de la inserción internacional- se ha contraído: Argentina, que en 1997 era destino preferido (junto a China), hoy es la quinta receptora de América Latina, detrás de Brasil, Chile, Colombia y Perú.

El índice de riesgo país de Argentina más que triplica el de Brasil. El país está a punto de irse al descenso en la calificación bursátil internacional: el índice MSVI Emerging Markets del banco Morgan Stanley (uno de los más relevantes del mundo) analiza ubicar al país en la categoría más baja: "mercado de frontera", una categoría en la que se encuentran Nigeria y Costa de Marfil, por caso.

La deuda reclama más de 36.000 millones de dólares en vencimientos hasta el Bicentenario, 15.000 millones vencen en 2008. La situación energética es calamitosa. La inflación ya no es una amenaza: es una realidad. Con la inflación se extienden la pobreza y la indigencia. La redistribución de la riqueza tiene un significado peculiar en la Argentina K.

El gobierno no sólo está asfixiado por las opciones políticas que ha asumido, sino por la desastrosa administración que ha desplegado.

En ese paisaje, la familia Kirchner afronta ahora una prueba decisiva: mantener disciplinado al peronismo, que ha empezado a desplazarse fuera de la influencia K a raíz de la crisis con el campo.

Hoy no parecen alcanzar los gritoneos de Néstor K. para poner en caja a su propia tropa y sostener como en los últimos cuatro años el principio de obediencia debida. Tiene algo de quimérico reclamar la misma conducta cuando las circunstancias se han modificado tan dramáticamente. Hoy las encuestas de opinión pública revelan que la titular oficial del Ejecutivo y el gobierno en su conjunto recaudan en la sociedad ocho juicios negativos por cada dos favorables. Lo que es lo mismo que decir que los Kirchner les ofrecen a sus seguidores el trueque de obediencia ciega por un futuro político más que vidrioso: una operación casi usuraria.

No es de extrañar, así, que la opinión de gobernadores e intendentes, de congresistas opositores pero también de muchos que el gobierno contabiliza como propios reclame ahora para las Cámaras la atribución natural de discutir libremente y hacer con el proyecto enviada por la Casa Rosada lo que crea conveniente.

Las propuestas de "consensuar" que formulan los desobedientes (empezando por el vicepresidente Cobos, que ha sorprendido no sólo a los Kirchner) representan para la Casa Rosada la más pérfida de las traiciones. Néstor Kirchner no quiere consensos ni empates, porque sabe que esas palabras enmascaran mal su propia derrota. El necesita poder sin límites. En su percepción de las cosas: el "modelo" no funciona sin ese estilo de comando; el poder se escurre entre los dedos; avanza la amenaza destituyente.

La oportunidad del Congreso



Sacudido por el vendaval del paro agrario, la rebelión de la Argentina interior, las movilizaciones populares y los cacerolazos, el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner respondió con discursos, actos, spots televisivos, agravios y con un ocurrente jueguito para la tribuna que en primera instancia logró desconcertar a propios y extraños.

La promesa de enviar las retenciones móviles al Congreso para que sean debatidas en las Cámaras sonó, en una primera lectura, como una decisión desacostumbradamente sensata. Se trataba, en realidad, de una jugada políticamente astuta: el Poder Ejecutivo, después de tensar al máximo el conflicto con los productores agrarios, endosaba el asunto a sus propios legisladores. Así, el oficialismo legislativo y los gobernadores (que de un modo u otro lideran a los congresistas de sus distritos) se verán obligados a entrar a la cancha y a abandonar ambigüedades. El matrimonio gobernante procura cortar la retirada de sus diputados y senadores, quiere que estampen sus impresiones digitales en las medidas diseñadas por la Casa Rosada y los somete a la prueba del ácido de demostrar su fidelidad en las Cámaras. Eso sí: del otro lado, la misma prueba les será exigida por sus respectivos electorados, a los que teóricamente representan y se deben.

Pasados los primeros momentos de perplejidad general, a la maniobra del kirchnerismo se le empezó a correr el rimmel, comenzóa perder el maquillaje. Porque de debate, poco: el Ejecutivo no quería más que la ratificación legislativa de sus medidas y contaba para ello con la obediencia demostrada hasta el momento por los bloques oficialistas.

Es cierto que tenía algo de quimérico reclamar la misma conducta cuando las circunstancias se han modificado tan dramáticamente. Hoy las encuestas de opinión pública revelan que la titular oficial del Ejecutivo y el gobierno en su conjunto recaudan en la sociedad ocho juicios negativos por cada dos favorables. Lo que es lo mismo que decir que los Kirchner les ofrecen a sus seguidores el trueque de obediencia ciega por un futuro político más que vidrioso: una operación casi usuraria.

No es de extrañar, así, que la opinión de gobernadores e intendentes, de congresistas opositores pero también de muchos que el gobierno contabiliza como propios reclame ahora para las Cámaras la atribución natural de discutir libremente y hacer con el proyecto enviada por la Casa Rosada lo que crea conveniente. El gobierno, que había procurado encubrir y neutralizar su retroceso táctico, se ve forzado a moverse en territorio más pantanoso.

El vicepresidente Julio Cleto Cobos agregó otro factor, al exhibir una cuota de independencia que el matrimonio presidencial estima indeseable. El mendocino invitó a los gobernadores de provincias agrarias a discutir el tema de las retenciones en el Senado y la Casa Rosada saboteó la convocatoria, prohibiendo a los gobernadores oficialistas la concurrencia. Pocas cosas erizan más la piel del kirchnerismo que las juntas de gobernadores. Evocan para ellos los tiempos en que, por ejemplo, la presidencia de Eduardo Duhalde fue condicionada por el programa de 20 puntos impuesto por los jefes provinciales. Néstor Kirchner era uno de ellos.

Con todo, pese a las dificultades que encuentra para la materialización de su maniobra, el gobierno consigue hasta el momento defender a capa y espada su designio de sostener las retenciones. Al hacerlo, la verdad es que el gesto de enviar el tema al Congreso es fácticamente inútil para resolver el conflicto y es, además, jurídicamente esperpéntico.

En el plano fáctico es inútil porque no anula la resolución 125. Al dejar vigentes las retenciones, los productores agrarios seguirán manteniendo el producto en los silos-bolsa, no como obra de una resolución "corporativa" (han levantado el paro de comercialización) sino como fruto de múltiples decisiones empresariales particulares. Si los productores no venden, los transportistas no consiguen viajes, con lo que el problema permanece. También permanece el paráte en el amplio espectro de actividades que el campo mueve con su dinamismo.

En el plano legal, por otra parte, la decisión de la señora de Kirchner incurre en una enorme incoherencia. Enviar el proyecto al Congreso representa una autocrítica de hecho, un reconocimiento de que la resolución 125 no tenía validez legal. En rigor, si no es una autocrítica y una búsqueda de enmienda, no es nada.

Sucede, sin embargo, que el gobierno, para disimular su retroceso, no anula la resolución 125, con lo que convierte al Congreso en un mero adorno, llamado en el mejor de los casos a discutir sobre una resolución administrativa que mantiene sus efectos impositivos vigentes y sobre cuyo derecho exclusivo a ponerlos en vigencia la presidente afirma no tener duda.

El paso al Congreso no tiene sentido si no se anula la resolución, por manifiesta ilegalidad. Aun si se aceptara –como esgrimen juristas del oficialismo de la talla de Aníbal Fernández- que las retenciones/derechos de exportación (contemplados en rigor por el texto constitucional como impuestos, y por lo tanto, dominio del Congreso) son una atribución del Poder Ejecutivo, sería preciso señalar que una resolución ministerial no es expresión normativa del Poder Ejecutivo. El Poder Ejecutivo es unipersonal y su modo normativo de expresarse es el del decreto suscripto por su titular. La resolución es una norma administrativa menor, carece de jerarquía para decidir sobre incremento de gravámenes. Incluso si el argumento oficialista fuera correcto, la resolución carecería de pertinencia.

Por lo tanto, si la señora de Kirchner proclama como coartada de su maniobra "más institucionalidad y más democracia" habría que reclamarle coherencia: que cese de invocar la vigencia de las retenciones móviles.

Un último punto: aún si el Congreso aprobara como ley un proyecto idéntico a (o ratificatorio de) la resolución 125, el campo no tendría por qué bajar su reclamo. Las retenciones móviles tal cual existen hoy no sólo son cuestionables por su origen (resolución administrativa y manotazo del ejecutivo que eludió al congreso) sino también por su contenido irrefutablemente confiscatorio al imponer gravámenes superiores al 30 por ciento. Una ley que las ratificara debería ser cuestionada por inconstitucional (y, más allá del recurso jurídico, podría legítimamente merecer contestación por la vía de la protesta).

El 9 de junio el oficialismo intentó preservar sus retenciones móviles apelando especiosamente al argumento distribucionista. Ahora busca lo mismo recurriendo retóricamente a un debate legislativo que negó, obstruye y minimiza, mientras trata de disciplinar sus desordenadas fuerzas para recuperar la ofensiva. Las operaciones tácticas no zanjan los problemas de la realidad: los extienden, amplían y profundizan, porque postergan las soluciones, la remoción de los verdaderos obstáculos.

El envío del tema retenciones al Congreso, imaginado por el gobierno como maniobra elusiva, puede convertirse en la oportunidad para que el Legislativo vuelva a merecer el título de Poder y para que los congresistas recuperen el papel de representantes de sus electores y se quiten la triste cadena de la servidumbre al matrimonio presidencial.





Una modesta proposición

LA INSERVIBLE K

DEBE SER APARTADA



por Nuria Estévez y Jorge Raventos


Venimos con esta modesta proposición a sugerir la anulación de la K por su inutilidad manifiesta. Aunque para los argentinos la idea puede estar adornada con resonancias especiales, esta propuesta no debe ser considerada ni drástica ni discriminatoria ni se propone ningún golpe de timón en este campo: se basa en el análisis crudo de la realidad y en antecedentes ilustres de la tradición académica española e hispanoamericana.

Aunque somos concientes de que en materia de reformas ortográficas terminan teniendo más peso los usos y la práctica que las normas y las prescripciones, este escrito está destinado a proponer un cambio de esa naturaleza. Porque lo cierto es que las regulaciones a veces ejercen su influencia. Y son más eficientes cuanto más se aproximan a la verdad social.

Diecisiete años atrás, por ejemplo, la Unión Europea dispuso la virtual eliminación de la Ñ, apoyándose en la presunta practicidad de su ausencia en los teclados de las computadoras, postulada por algunos fabricantes. Se trataba de fabricantes de áreas lingüísticas no españolas, claro.

La regla tuvo una eficacia práctica limitada. La insólita resolución, además de ignorar que uno de los países miembros de la UE ostenta la letra Ñ en su propio nombre, estaba pésimamente fundamentada: ¿Qué cosa más práctica puede haber que usar un solo signo gráfico para simbolizar sonidos que a otros idiomas les requieren dos letras?

La Real Academia Española (junto a una legión de hispanoescribientes) puso el grito en el cielo y España debió acudir a un recoveco del Tratado de Maastritch y a una Ley de sus Cortes para salvar a la Ñ bajo el paraguas de una excepción de orden cultural.

Pese a su fragilidad argumental y a las sólidas objeciones recibidas, aquella norma tuvo consecuencias duraderas. En nuestro país, por caso, recién a partir de septiembre de este año de gracia de 2008 será admitido el registro de sitios de Internet que en su dominio usen la letra Ñ. Hasta ahora, la letra ha estado proscripta.

En este escrito venimos a fundamentar una reforma que creemos mucho más sustancial. No postulamos la proscripción de una letra, sino su total anulación. Nos referimos a la letra K y la causa que invocamos para proponer su remoción es su total inutilidad.

Somos concientes de que, al hacerlo, desafiamos nada menos que a uno de los padres de la ortografía castellano, don Gonzalo Correa y Duhalde, que en el siglo XVII propuso –a la inversa- la entronización de la K y la eliminación de la C y de la Q en su famoso Ortografía Kastellana Nueva i Perfetta (1630) que sostenía una reforma de la ortografía castellana basada en la fonética.

La ilusión de una ortografía simplificada recorre la historia de la lengua y en esa quimera han incurrido grandes hombres como nuestro Domingo Faustino Sarmiento, el venezolano Andrés Bello y, más recientemente, el colombiano Gabriel García Márquez. En rigor, el autor de Cien años de soledad sostuvo una postura mucho más radical que una reforma: alegó la necesidad, lisa y llana, de "sin más trámite, jubilar la ortografía". Lo hizo en Zacatecas, México, en 1992, como eje de su ponencia ante el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española.

Un siglo y medio antes, en 1843, Sarmiento presentó en Chile un proyecto de nueva ortografía que sugería eliminar la Y (reemplazable por la I latina), la C y la Z, allí donde éstas dos letras pudieran ser reemplazadas por la S: Se escribiría "caserola", con ese en el medio; o "situasión mui difísil"; o: "Estoi cansado de De Angeli i Bussi".

La reforma de Sarmiento aspiraba a simplificar la grafía, dado que en el idioma español un solo fonema puede escribirse con más de una letra: la Y o el signo dígrafo LL expresan en la Argentina un único fonema (en "yo" o en "lluvia" ); las letras G y J (y en México también x) expresan un mismo fonema en "Méjico, México, gema, jirafa o gente".

Lo mismo ocurre con las letras C, K y Q, que encarnan un idéntico fonema en "capitalismo, crisis, Cristina, campo, piquetes, Kirchner, corrupción, cárcel".

En búsqueda de simplificación y de economía de recursos, es obvio que hay que eliminar la K. Primero: tiene usos reducidos. No es indispensable adscribir a escuelas proteccionistas para admitir que, puestos a poner prioridades, preferiremos a una letra genuinamente nacional por sobre una que es importada.

Anular la C, como sugería el gran Sarmiento parece un despilfarro: ¿Por qué privarnos de una letra que cumple con eficacia dos funciones fonéticas (por ejemplo: en condena y en celda)? Es apreciablemente más sencillo y redituable, como ha sugerido la doctora D. Terrón, apartar la K, que se inscribe en un reducido grupo de palabras y en todos los casos puede ser sustituida por la Q. Más aún, una vez eliminada la inservible K, podría destinarse en exclusividad la Q (inclusive sin necesidad del incómodo acompañamiento auxiliar de la vocal U delante de la E y la I), para expresar en exclusividad el fonema correspondiente en palabras como "qien, qerido, qrimen, Qirchner, qilo o qerosene".

No se trata de jubilar la ortografía, entonces: ni calvo, ni tres pelucas. Alcanza con poner en su lugar a la árida, ineficaz, redundante, inútil K. Ni más ni menos.

El ocaso de una ilusión





Hay políticos que lideran la

opinión pública; otros la

siguen. Y algunos

son perseguidos por ella.


ANONIMO (Argentina, siglo XXI)





Néstor Kirchner –tanto como su señora esposa- es el auténtico motor de la rebeldía nacional, que volvió a exhibirse el sábado 14, tras el intento oficial de despejar a los palos la ruta 14 y de la detención de Alfredo De Angeli y otros dirigentes agrarios. Ha sido la pretensión gubernamental de doblegar a los sectores del campo lo que mantuvo viva la protesta durante más de noventa días, lo que obstaculizó y postergó en repetidas ocasiones el diálogo con las entidades y en fin, lo que determinó el progresivo debilitamiento y encierro del oficialismo en una burbuja de obtusa autocomplacencia.

El lunes 9 de junio, cuando la señora de Kirchner –elegantísima con su pañuelo palestino de seda al cuello- se dirigió por cadena nacional a argentinos y argentinas para comunicar que había decidido destinar a la construcción de hospitales, viviendas y caminos el excedente de retenciones móviles a la soja tan pronto estas superen el 35 por ciento, la mesa chica del gobierno sintió que había dado un mazazo inapelable a las entidades rurales: había pintado el conflicto entre el oficialismo y el campo en términos de una lucha entre la benevolencia de un poder que procura distribuir "rentas extraordinarias" entre los pobres y las provincias, y la avaricia de quienes, amén de no dar trabajo ni invertir, se vuelven extorsionadores en su presión por quedarse "con todo". ¿Iban acaso a alzarse contra los pobres? En la Casa Rosada presumen con ciertos motivos que mentar la pobreza o la defensa de los derechos humanos es un remedio infalible para silenciar adversarios, más eficaz aún que acusarlos de golpistas y conspiradores.

Néstor Kirchner, estratega de la contraofensiva oficialista, consideró que la irrupción escénica de los camioneros transportistas de granos, con sus bloqueos totales de rutas de todo el país, ya había dejado sentidos a los chacareros. Pese a que las entidades rurales habían levantado el paro a instancias de la Iglesia, del pedido del gobernador de Santa Fé y de la exhortación del Defensor del Pueblo, y aunque se mantenían al costado de los caminos, hacía rato ya que no hacían piquetes, el gobierno no vaciló en culpar al campo por los bloqueos y el paulatino desabastecimiento suscitado por las protestas camioneras. La blitzkrieg propagandística de la Casa Rosada, encuadrando el conflicto agrario en los términos de un reclamo egoísta, desproporcionado, insensible, chantajista y desabastecedor debía ser el triunfal epílogo de la pelea. "De retenciones no se habla más".

Sin embargo, esa ilusión tuvo la vida de un lirio. "La política-dijo Metternich- puede compararse a una obra de teatro cuyo desarrollo se vuelve inevitable una vez que se levantó el telón. Declarar, entonces, la representación no tendrá lugar es un absurdo. La obra será representada, ya sea por los actores…o por los espectadores, que subirán a escena".

Los camioneros, que el gobierno quiso instrumentar contra el ruralismo, se quedaron en las rutas y prosiguieron su bloqueo cuasi salvaje. El gobierno no ha encontrado la forma de sacarlos de allí, mientras crecía el desabastecimiento de alimentos y combustible, se paralizaban el transporte de pasajeros y el turismo. Sucede que el gobierno se ha negado a resolver el conflicto, esto es, a dar una satisfacción constructiva a los reclamos del campo. Sin dialogar y dar una respuesta a ese problema, los productores – no como fruto de una decisión colectiva o "corporativa", sino en función de resoluciones empresariales particulares- no venden (ni compran) porque no consideran favorables las condiciones actuales. Resultado: no contratan a los camioneros para transportar la producción a puertos y mercados; los camioneros, sin trabajo por ese motivo, ocupan los caminos. Lo que los transportistas le exigen al gobierno es que dialogue con el campo y que ambas partes encuentren las vías de un acuerdo razonable. El campo se ha mostrado dispuesto. Es más: lo ha reclamado con insistencia. La intransigencia ha sido monopolio del gobierno. La intransigencia y la cortedad de miras.

En plan bélico, Néstor Kirchner ha tratado de atrincherarse políticamente en el PJ, pero esa es una trinchera que se está perforando desde dentro. El ex presidente comprende que las cosas son así, por eso esta semana, para evitarse una derrota en la interna santafesina ante Carlos Reutemann, Kirchner tiró la toalla anticipadamente y forzó a su protegido, el jefe del bloque oficialista de diputados nacionales, Rafael Rossi, a renunciar a su postulación y dejar el campo de batalla. Esa retirada kirchnerista no le impidió, sin embargo, presionar fuertemente a intendentes de varias provincias, usando un lenguaje y un tono que no admiten réplica en el momento, pero que alientan muchísimas resistencias íntimas. El peronismo se desgrana, la trinchera imaginada por Kirchner se desarma, mientras las acciones impulsadas por el gobierno desatan el desorden. La terquedad y la política del gobierno estimulan la creciente ingobernabilidad. El viernes 13, cuando aún no había ocurrido la detención de De Angeli ni se había destado la pueblada destinada a protestar por su encarcelamiento, el socialista Miguel Lifschitz, intendente de Rosario, advirtió: "Nos vamos acercando al precipicio y nadie atina a hacer nada, nadie aprieta los frenos o dobla el volante. Parece que los que tienen a su cargo la tarea de conducir el país no tuvieran capacidad de reacción (...)"Parece que no tienen conciencia de la gravedad de la situación y de las consecuencias que puede traer. El riesgo en que se pone, no ya la Economía, sino la institucionalidad".

Los argumentos sociales con que la señora de Kirchner prretendió -¡tres meses después!- justificar las retenciones móviles impuestas en marzo se disolvieron en pocas horas. No resulta coherente que se prometa financiar hospitales y viviendas con los réditos de un cultivo que el gobierno maldice y anuncia que combatirá por dañino. Ni resulta consistente que se proyecten obras dependientes de un ingreso aleatorio. Se insiste en el centralismo fiscal y en la distribución paternalista y caprichosa de los fondos. Las promesas de obras del gobierno son, por lo demás, tan poco creíbles como el índice de inflación que produce el INDEC. En cuanto a la opción por los pobres, que ha proclamado, el diputado Claudio Lozano, vinculad a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), le respondió que "esto requiere abandonar la mentira que supone ocultar 4.800.000 pobres y 2.800.000 indigentes" y agregó que "desde 2007 para acá el hambre crece junto a la economía".

Las argumentaciones que el oficialismo juzgaba el lunes 9 irrefutables y noqueadoras, fueron rápidamente discutidas y denunciadas. El arma de los bloqueos camioneros destinados a desacreditar la protesta campesina, se convirtió en un bumerán e incrementó un desorden que, en las ciudades, asume el temible rostro de la inseguridad y la impotencia oficial para hacer retroceder el crimen y la delincuencia. La Corte Suprema hizo lugar a la impugnación de incosntitucionalidad de las retenciones. El Defensor del Pueblo, ignorado por el Poder ejecutivo, promete acciones legales contra los funcionarios del gobierno que obviaron esa instancia, en la que el diálogo podría haberse canalizado.

Con las rutas bloqueadas por los camioneros y varias de ellas flanqueadas por los campesinos, el gobierno dio la orden de reprimir en Gualeguaychú. La réplica social fue masiva, obligó más tarde, responsablemente, a retroceder a la Gendarmería (que no pudo o no quiso enfrentarse con una pueblada) y lanzó a las calles y las rutas a centenares de miles de argentinos, en pueblos y ciudades. El oficialismo quiso responder con una contraconvocatoria, pero no encontró eco en el peronismo: movió a la plaza a unos cuantos funcionarios y a los grupos que organiza Luis D'Elía. Pero no expresó, oficialmente, ni una palabra sobre la espontánea respuesta que la Argentina interior le dio a la represión. Tampoco contestó al renovado llamado al diálogo que De Angeli, ya liberado, elevó desde Gualeguaychú, pidiendo a los suyos la continuidad en paz de la protesta.

La ilusión de doblegar al campo a los panzazos y la quimera de divorciar a la opinión pública rural de la opinión pública urbana por la vía de la manipulación propagandística se eclipsaron al promediar junio. El gobierno ingresa a la segunda mitad del mes con más frío social que el que lo rodeaba al ingresar. Hoy añoraría hacer realidad la vieja fórmula de Alsogaray: "Hay que pasar el invierno". Aunque sea, junio.

8/6/08

Crisis política y licuación de poder


Lo que sigue es la intervención de Jorge Raventos en el panel Crisis Política y Licuación del Poder, organizado por el Centro de Reflexión para la Acción Política Segundo Centenario, el 3 de junio en la Universidad de Ciencias Empresriales y Sociales (UCES), con la intervención de Pascual Albanese y Jorge Castro.


Un movimiento de fuerza que ya dura más de ochenta días; concentraciones en toda la geografía argentina, algunas de ellas de una dimensión inédita, como la del 25 de mayo en Rosario; un gobierno impotente para poner fin al conflicto, un gobierno que procura disimular sus retiradas con provocaciones…
Agreguemos: un equipo de funcionarios devaluado desde arriba, desde la cúpula misma del poder; un secretario de Agricultura al que se le prohíbe el ingreso a reuniones con el sector; y un jefe de gabinete que transparenta su apartamiento, es forzado a desdecirse de compromisos y declaraciones y debe soportar el destrato de subordinados con buen palenque.
Si hiciera falta más para describir una situación crítica, sumemos otros datos: un congreso transformado en escribanía del Poder ejecutivo y una titular del Poder Ejecutivo convertida en figura exclusivamente protocolar y vaciada por su cónyuge del poder que él ejerce fácticamente. Un sistema político descalabrado totalmente desbordado por la correntada del proceso político. La Iglesia preocupada por los signos de disgregación y quiebra de la paz social. Como significativo telón de fondo: inflación creciente, pobreza creciente, deuda creciente, inversión deprimida y producción que flaquea. No hay duda de que la situación es crítica. Y que la crisis es de proporciones.
Muchas crisis se desatan inesperadamente y sorprenden porque no son el producto de malos vientos previsibles o de malos circunstancias, sino que ocurren en tiempos auspiciosos, en momentos de oportunidad. Lo que provoca perplejidad es, precisamente, la paradoja aparente de que la crisis ocurra no “a pesar”, sino “porque” se abre ante la Nación una gran oportunidad.
El oficialismo, con ánimo denigratorio, ha caracterizado las asambleas chacareras junto a las rutas como “piquetes de la abundancia”. El afán confrontativo impidió al gobierno descubrir todo el sentido que escondía la frase. Porque, en efecto, puede hablarse de “piquetes de la abundancia”, pues sus actores han tomado conciencia de la oportunidad histórica que el mundo ofrece a la Argentina, comprenden la abundancia de la demanda de alimentos argentinos, entienden sin haberlo leído lo que avizoraba Juan Perón en 1973: “Si sabemos proceder, seremos los ricos del futuro, porque tenemos lo esencial en nuestras reservas (…)debemos dedicarnos a la gran producción de granos y de proteínas, que es de lo que más está hambriento el mundo actual”. Lo que el General anunciaba hace más de tres décadas, es realidad actualmente. Y los productores del campo no sólo lo han comprendido sino que han llegado a una conclusión similar a la que expresó el presidente de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi: que “el gobierno de los Kirchner” es un obstáculo entre la potencia y el acto, entre la oportunidad histórica y su aprovechamiento nacional.
Al empezar este conflicto, Buzzi no imaginaba que iba a ser impulsado pronunciar esas palabras. El presidente de la Federación Agraria seguramente en octubre del año pasado votó por Cristina Kirchner, se declara amigo de Luis D’Elía. Y seguramente ése no es el único ni el más importante de los amigos ideológicos que ha compartido con el gobierno de los Kirchner.
Hay algo que está más allá de los gustos y las afinidades personales en este conflicto, algo que los supera. Lo que impulsó a Buzzi a decir lo que dijo (e iluminar con sus palabras un rasgo relevante de esta crisis) es la naturaleza objetiva del conflicto.
Por cierto, el gobierno tampoco imaginaba el 11 de marzo, al poner en marcha esta fase del conflicto, que pondría en movimiento lo que puso, ni que iba a llegar a describir a Buzzi como golpista. El gobierno observaba en su horizonte necesidades financieras, vencimientos de la deuda y concibió como una empresa sencilla y políticamente redituable financiarse con los beneficios de la renta agraria diferencial, a través de un fuerte inremento de las retenciones.
Néstor Kirchner se considera moralmente facultado para esa apropiación, pues adjudica lo que describe como superganancias del campo a virtudes de su gobierno, no al trabajo y la inversión de los agrarios ni a ese efecto de la globalización que permite a la Argentina gozar de los formidables precios que impulsa la demanda de China e India. Por otra parte, Kirchner estaba convencido de que enfrentar al campo –él sigue usando la palabra “oligarquía”- es un buen negocio político. El gobierno se maneja con pocos conceptos. Llama muchas cosas y fenómenos diversos con la misma palabra. Y la mayoría de esos pocos conceptos yu palabras son anacrónicos.
Hay una armonía profunda entre el aislamiento internacional en que el gobierno ha sumido al país y su enfrentamiento con el campo: el campo es la llave maestra para la inserción competitiva de Argentina en el mundo. El gobierno confiesa esa íntima concordancia cuando define como objetivo el “desacople” argentino de la economía mundial. Subyace allí la fantasía o la quimera del aislamiento pleno, de una situación en la que la voluntad del gobierno tenga el monopolio total sobre sus súbditos, que su “relato” sea la única verdad del reino, que no haya interferencias externas ni resistencias internas que puedan retacear o recortar su imperio.

Al resistir la apropiación centralista, el campo puso en marcha los aceleradores de la crisis. El primero fue, si se quiere, la toma de conciencia por parte del sector agrario de la influencia política que tiene y puede ejercer, de la representación que puede asignarse. Emergió así y se ubicó en el abierto escenario político (y lo desequilibró por propio peso) un actor largamente inmóvil.
Esa conciencia de la propia fuerza estimuló, por otra parte, la adhesión de sectores que durante años vinieron soportando la acción de un gobierno golpeador, al observar la presencia de un desafiante con decisión y fuerza para resistir los golpes.
Rápidamente el campo fue impulsado más allá de su primera reivindicación sectorial. La impugnación de las usurarias retenciones móviles fue fundda no sólo en el daño económico que ocasionaba al sector, sino en su naturaleza expropiatoria de recursos de los pueblos del interior. La condición no coparticipable de las retenciones, su condición de gabela embolsada en exclusividad por la Caja de la Corona, no sólo incrementó la legitimidad del reclamo, sino que incorporaba a su despliegue potencial una reivindicación profunda e históricamente arraigada en la Argentina interior. El movimiento agrario tomaba en sus manos la bandera del federalismo.
De pronto, cuaro entidades gremiales del campo, unidas excepcionalmente por las circunstancias (y por las medidas y la actitud hoatil del poder central) emergían como la proa de un movimiento político.

Político, porque empezó a contar con un programa más amplio que uno de pura reivindicación sectorial: un programa que enfrenta el sistema centralista confiscatorio de matriz parasitaria sobre el que se asienta el gobierno, que a través del despliegue sectorial reclama el aprovechamiento de la oportunidad histórica de la Argentina, es decir, su vinculación con el mercado globalizado y sus principales motores.
Pero político, asimismo, porque así lo ha definido su contraparte, el gobierno de Kirchner, que lo describe –adoptando un término urdido por el mandarinato kirchnerista- como un movimiento “destituyente”.
En la naturaleza propia de las entidades gremiales no hay rasgos destituyentes de la contraparte. Las entidades gremiales se realizan en la negociación, en el diálogo, y en ese sentido instituyen a la contraparte, la necesitan. “Aprietan pero no ahorcan”, sus triunfo s residen en emujar a la contraparte a acepdtar la mayor parte del propio pliego de condiciones, no en suprimirla.
Hay pues una disonancia entre la proyección política y el ánimo destituyente que el gobierno descubre en el movimiento lanzado por el campo y el hecho de que su conducción no sea política, sino gremial, sectorial.
Alguna analogía puede contribuir a iluminar esa situación. En mayo de 1969, un casi trivial episodio ocurrido en un comedor estudiantil de la Universidad del Nordeste, en Resistencia, derivó en sucesivas y progresivamente crecientes movilizaciones que tuvieron su epicentro en Rosario y en Córdoba.




SEIS MESES DESPUES


Publicado en La Capital de Mar del Plata, 080608


Al cumplirse seis meses del segundo período de gobierno de la familia Kirchner, el balance que dictan los estudios de opinión pública es inequívoco: tanto la presidente como la administración oficialista reciben mayoría de calificaciones negativas. La caída de imagen de la presidente y el rumbo que imprime a la gestión su esposo, que actúa como gran timonel del gobierno, inquietan seriamente a varios ministros y a algunos de los dirigentes justicialistas que tienen que dar la cara por ellos.

De esos seis meses, la mitad fue consumida por el conflicto con el campo –es decir, con el sector más competitivo y extendido de la producción nacional-, una pelea extenuante, gatillada por una disposición de cuestionada legalidad y de chapucera confección, cuyos errores, que condujeron a la renuncia del ministro que la redactó, admitió el propio oficialismo. Pese a esos rasgos, el gobierno estableció como cuestión de honor la terca defensa de la medida y se empeñó en una batalla de la que sólo considera digno emerger después de hacer hocicar a cualquier costo a los productores que la impugnaron.

Hay coherencia entre el aislamiento internacional en que el gobierno ha sumido al país (y que parece preferir) y su voluntad de aplastar al sector agrario: el campo es la llave maestra para la inserción competitiva de Argentina en el mundo. Imponer la lógica oficialista en la producción agraria –el "modelo" kirchnerista centralista y confiscatorio- es tirar al mar la llave de la inserción mundial de la Argentina.

Exponiendo su curiosa concepción del orden y el gobierno, Néstor Kirchner arengó esta semana a los suyos (un grupo que vacila con el paso de las horas y se encoge con el paso de los días) afirmando que serán los productores agrarios, y no el gobierno, los que "tendrán que asumir los costos" que impone la prolongación de la pulseada. Como si la misión gubernamental consistiera en tirar la piedra, esconder la mano y observar el paisaje. En rigor, el campo dio reiteradas muestras de su disposición a arreglar las diferencias por la vía de la negociación, mientras el gobierno optaba por cortar las instancias de diálogo, decidir medidas unilateralmente y echar leña al fuego, con palabras, con gestos y con hechos.

A mediados de la última semana, la irrupción en el escenario del conflicto de un nuevo actor pareció una nueva jugada dispuesta por el oficialismo para hostigar a los productores y culparlos de las consecuencias: los camioneros transportistas de grano decidieron bloquear totalmente rutas en las provincias agrarias, amenazando el abastecimiento de amplios sectores de la población. Pese a que el bloqueo afectó desde el principio a centenares de sus afiliados que quedaron paralizados por los piquetes de los transportistas, el oficialista Sindicato de Camioneros de la familia Moyano aplaudió los bloqueos, mientras el ministro de Interior, Florencio Randazzo los consideraba "justificados" por "el paro salvaje" del sector rural. Concentrado en las palabras, la inacción del ministro era una confesión de impotencia ante el desabastecimiento potencial y el cumplimiento de la consigna de Néstor Kirchner: pasarle la factura de todo y de cualquier cosa a las entidades agrarias.

Puesto que el oficialismo se desentendía de todo lo que no fuera la terca insistencia en las resistidas retenciones móviles y la búsqueda de una derrota del sector rural, otros actores asumieron la responsabilidad de buscar soluciones –o, al menos, salidas- al largo conficto.

El jueves, tras una reunión de urgencia de la Conferencia Episcopal, la Iglesia, preocupada por las amenazas contra la paz social y por la posibilidad de que "nuestras relaciones sigan marcadas por la confrontación", solicitó "encarecidamente" a la señora de Kirchner la convocatoria "con urgencia a un diálogo transparente y constructivo", exhortando a un gesto de grandeza. Pidió simultáneamente a los ruralistas que reconsideraran sus estrategias de protesta, pues ""no es una las calles ni en las rutas donde solucionaremos los problemas", por justas que sean las reivindicaciones.

Ese mismo día, el gobernador de Santa Fé, el socialista Hermes Binner, convocaba a una asamblea de fuerzas vivas –una suerte de cabildo abierto- en la sede del gobierno provincial y promovía una declaración convergente con la exhortación de los obispos. Sugería a la Presidente que retrotrajera la situación al día anterior a la imposición de las retenciones móviles y citara al Consejo Nacional Agropecuario ampliado (un ente que reúne a los gobiernos de provincias, al de la Nación y a las entidades del campo) para debatir en ese ámbito una política agropecuaria en la que tengan participación todos los sectores involucrados. Y pedía a los sectores rurales que pudieran fin al paro agropecuario.

También el jueves, el Defensor del Pueblo de la Nación, Eduardo Mondino, llamó a las entidades rurales, al jefe de Gabinete Alberto Fernández y al ministro de Economía Carlos Fernández a una audiencia a realizarse el lunes 9, para buscar una solución al conflicto. El funcionario reclamó como condición que al momento de producirse la reunión no debía estar en vigencia ninguna medida de acción directa.

Al día siguiente, haciéndose eco de esos pedidos, las entidades anunciaron –tras una extensa deliberación y frecuentes contactos con las asambleas de base en todo el país- que el paro agrario cesaba el último minuto del domingo 8. Fue una decisión fuerte: los directivos de la Federación Agraria, Las Confederaciones Rurales, Coninagro y la Sociedad Rural asumieron ese nuevo gesto de distensión mientras desde el gobierno continuaban emergiendo palabras de hostigamiento, que con las horas tomarían como blanco también a la Iglesia y a los gestos de Binner y Mondino. Las respuestas parecen adelantar la actitud que el oficialismo mantendrá la próxima semana: insistir con la defensa de las retenciones móviles.

"Es casi irrespetuoso que le pidan un gesto de grandeza al gobierno -replicó el ministro de Justicia Aníbal Fernández a la Iglesia y a Binner-; quienes lo están pidiendo debieran estar asociados a la idea de igualdad".

En cuanto a la convocatoria del Defensor del Pueblo, los voceros oficiales pusieron en duda la asistencia de los representantes del gobierno, porque –argumentaron- éste "no necesita de mediadores". Mondino les respondió de sobrepique: "Lo mío no es un a mediación, es una acción legal. Si los convocados no concurren estarán quebrando la ley. Los funcionarios deberían conocer la Constitución".

No sólo en ese aspecto hay gente que duda de ese conocimiento. Varios constitucionalistas sostienen que las retenciones que le han permitido al gobierno disciplinar a tantos gobernadores e intendentes son inconstitucionales, ya que se trata de impuestos, y estos deben ser aprobados por el Congreso. El principio de "ninguna imposición sin representación" es un rasgo característica de los regímenes legales de Occidente. Que el Poder Ejecutivo decida unilateralmente la imposición (y que, además, merced a los superpoderes, disponga el destino de los recursos ignorando la Ley de Presupuesto) equivale a que en un edificio de propiedad horizontal haya vía libre para que sea el administrador (y no los copropietarios) quien decida sin apelación el monto y la asignación de las expensas.

Las retenciones móviles tras las que el gobierno se atrincheró tienen además estas objeciones: ni siquiera fueron fruto de un decreto presidencial, sino de una reglamentación de menor jerarquía, una resolución ministerial (del mismo ministro que fue despedido por suscribirla); su alcance, por otra parte –al imponer cargas que van desde el 45 por ciento a eventualmente, un 95 por ciento del diferencial de precio- es confiscatorio, a la luz de fallos previos de la Corte Suprema, que consideran expropiatorias gabelas "cuando superan –ha explicado el doctor Félix Loñ- el 33 por ciento del valor de la propiedad o de la renta".

Obcecado en la defensa de una norma de vidriosa constitucionalidad y en un objetivo de cuestionable sensatez (doblegar al sector económico más extendido en el país, más competitivo y al que genera más puestos de empleo directo e indirecto), el segundo gobierno de los Kirchner llega a su sexto mes con el aliento entrecortado de quien estuviera ya al final de una competencia que, en rigor, recién empieza. Si el gobierno mantiene su postura, el conflicto continuará. El campo y el interior modificarán sus estrategias, pasarán de las rutas a las plazas, movilizarán las instituciones, seguirán trabajando, cada vez con más compañía, sobre el frente interno del gobierno. Es el gobierno el que impone la pelea. Habrá que ver quién se impone.



PUENTES Y TRINCHERAS

Publicado en La Capital de Mar del Plata, 010608.


“Argentina necesita un gobierno que construya puentes
de unión y no que cave trincheras de odio y rencor”


José Manuel De la Sota, Declaraciones a Cadena 3, 28/05/08


Asegura Elisa Carrió que, después de la formidable manifestación del 25 de mayo en Rosario, las riendas del gobierno nacional han pasado sin demasiado disimulo a manos de la parte masculina del matrimonio Kirchner. La líder de la Coalición Cívica subraya con esa afirmación que las anomalías institucionales no pertenecen al futuro de la Argentina, sino al presente.
En verdad, el Grito de Rosario -esa convergencia nacional que afirmó simultáneamente el peso social de la cadena agroindustrial, su insoslayable importancia para la inserción competitiva del país en el mundo y el reclamo federalista de una Argentina equitativamente integrada en toda su geografía- conmovió al régimen de los Kirchner y lo forzó a exhibir con menos disimulo su naturaleza.
Al mismo tiempo que sufría notoriamente el impacto de la demostración rosarina ( que septuplicó en número el acto oficial del Salta, pese a que buena parte de la asistencia a éste fue generosamente financiada con fondos públicos), el gobierno aparentaba no tomarlo en cuenta, decidía oírlo sólo selectivamente; se declaraba ofendido por algunas palabras de Alfredo De Angeli y juzgaba casi sediciosas las de Eduardo Buzzi porque el líder de la Federación Agraria había dicho que “el gobierno de los Kirchner es un obstáculo” para las posibilidades que el mundo le ofrece a Argentina para desarrollarse. La Casa Rosada aparentaba no haber oído, en cambio, el respaldo de 300.000 personas a ambos discursos (un aval que mostraba que las afirmaciones de Buzzi y De Angeli se apoyan en algo) y la señora de Kirchner, desde su cargo de Presidente, estimó razonable no decir esta boca es mías sobre ese masivo petitorio o planteo.
Como para destacar quién lleva los pantalones en la familia, mientras la señora se dedicaba a asuntos cuasi protocolares, Néstor Kirchner reunió a la llamada “mesa chica” del Partido Justicialista para que fuera éste – el órgano que él acaudilla- y no el gobierno nacional, el que replicara al acto de Rosario.
Ya el hecho de Kirchner que se viera obligado a darle una escenografía colectiva a la respuesta es una dura concesión a los tiempos: el ex presidente no sólo no consultó jamás a su gabinete mientras gobernaba, sino que ni siquiera se tomó el trabajo de simular que lo hacía. En este caso consideró indispensable mostrar ante los medios al cuerpo colectivo que supuestamente conduce el Pejota para responder a la notable manifestación federalista del campo. No sólo eso: necesitó que el vocero de esa reunión (brevísima: los consejeros sólo se tomaron una hora para debatir la crisis más grave que ha sufrido el gobierno en cinco años) fuera un hombre del interior. El gobernador de Chaco, que compite con otros colegas de distritos más poderosos por heredar lo que quede del kirchnerismo, asumió el desafío.
La voz del Pejota, tutelada por Néstor Kirchner, tomó el primer plano, mientras la Casa de Gobierno, donde discurre su señora esposa, se dedicaba a tararear melodías secundarias.
Por cierto, no se trata sólo de señalar quién habló (lo que no es, sin embargo, un dato irrelevante), sino de considerar qué es lo que dijo la respuesta. Pues bien: la réplica kirchnerista tuvo la dureza conceptual que era esperable. Atribuyó intenciones golpistas a la demostración cívica de Rosario y –utilizando una frase fraguada por un grupo de mandarines de la Corona- diagnósticó que el acto ponía de manifiesto “un ánimo destituyente”. Si la descripción aludía a cierto sentimiento que campea en la opinión pública, quizás acertaba. Si, en cambio, transmutaba ese incorpóreo espíritu en intención de las entidades agrarias, tergiversaba notablemente la realidad. El presidente de la Federación Agraria, que fue quien mentó, sumido en el ánimo colectivo, la idea de que el gobierno de los Kirchner es el obstáculo que impide a la Argentina conectarse con la oportunidad que le ofrece la economía mundial, tardó muy poco en pedir perdón por el atrevimiento. Buzzi no quería decir eso, aunque tal vez haya sido el mediador de lo que la manifestación sí quería decir. Dios escribe derecho en renglones torcidos.
Puesto que el gobierno calló y el que habló fue el Pejota, es interesante observar qué conestación peronista tuvo el discurso oficial. Más allá del punto de vista de corrientes internas adversas, de figuras del interior como el senador Juan Carlos Romero o de la pronosticable oposición de ex presidentes como Carlos Menem (“es la voz de los usurpadores del PJ”) y Eduardo Duhalde (“es estúpido considerar golpista al campo”), se expresaron las conducciones institucionales del peronismo de dos de las tres “provincias grandes”, Córdoba y Santa Fé. En el primer caso, hablaron tanto el gobernador Juan Schiaretti como el gran referente provincial de justicialismo, José Manuel De la Sota. En el caso santafesino, las voces fueron la del titular del PJ provincial, Norberto Nicotra, como la del mayor referente, el senador Carlos Reutemann: tomaron clara distancia del pronunciamiento oficialista. Reutemann se ofreció a mediar. El gobernador Schiaretti señaló que eran “obvias” sus diferencias con la declaración del PJ kirchnerista. De la Sota, liberado de responsabilidades institucionales, fue más lejos: “El Gobierno está llevando a una división social que no nos merecemos(…)No hay que volver a los desencuentros. Quiero una democracia bien federal, donde no se maneje al país con autoritarismo, presionando a intendentes y gobernadores, donde vivamos en paz. (…) Reutemann y yo estamos convencidos de que el complejo agroindustrial es el futuro de la Argentina, porque da millones de puestos de trabajo. Con el conflicto sube la inflación, y no se le puede echar la culpa al campo. La inflación es consecuencia de la ausencia de oferta, hay más demanda que oferta. Ese es el problema más grande de la Argentina. No debieran estar peleándose con el campo. A esto lo comparte la mayoría de los justicialistas.”
El peso de las voces peronistas que se alzaron contra la declaración impulsada por Néstor Kirchner indica que en lo profundo del peronismo palpita ya una fuerte opinión contraria a la postura que el oficialismo esgrime contra el campo. Kirchner soltó rápidamente a sus mastines para que le chumbaran a los críticos: el diputado Kunkel y el propio jefe de gabinete lanzaron fuertes ladridos contra Reutemann y De la Sota, subrayando de ese modo el creciente debilitamiento del punto de vista oficial en las filas del peronismo.
A la crítica justicialista hay que sumar la de la casi totalidad de la oposición, desde el macrismo a la UCR, pasando por la influyente postura de la señora Carrió e inclusive por una buena porción de la izquierda. El hecho de que en el acto de Rosario estuviera presente una dirigente de las Abuelas de Plaza de Mayo (y las opiniones que esta señora expuso unos días después en los medios) es sumamente significativo. El gobierno había convertido al tema de los derechos humanos en un poderoso escudo defensivo de su sistema de poder: hoy hasta ese escudo se ve fisurado.
La respuesta oficial al reclamo del campo –una resolución administrativa unilateral que no contempla ni las principales objeciones del sector ni los reclamos de federalismo fiscal que emergieron de las movilizaciones- desnuda con elocuencia la situación de retroceso en que se encuentra el kirchnerismo. El gobierno intenta disimular su aislamiento con gestos ofensivos y, cerrado al diálogo, actúa de modo autista negando que su actitud ante el campo sea confrontativa. En el resto de los desafíos importantes que afronta el país –energía, inflación-, el gobierno aparece anémico o vaporoso. Sus fuerzas no le permiten atender muchos frentes al mismo tiempo.
El ominoso aislamiento del gobierno, su propensión a construir trincheras en lugar de puentes, para ponerlo en las palabras del cordobés De la Sota, obliga a pensar que la vocación destituyente que el poder atribuye a sus críticos empieza a encarnarse en su propia actitud autodestructiva.



OTRAS VOCES, OTROS AMBITOS

Publicado en la Capital de Mar del Plata, 250508


Ya fue comido el fruto de la estación pasada
Y, saciada, la bestia pateará el cubo vacío.
Pues las palabras del año que pasó
pertenecen al idioma del año que pasó
Y las del año próximo aguardan otras voces.



T.S. Eliot, Cuatro Cuartetos, 4, II



Diez días y una eternidad atrás, en aquel acto del PJ en el estadio de Almagro donde calló Néstor Kirchner y su esposa exhibió por un instante el ramo de olivo, el oficialismo inició un repliegue táctico que, en rigor, procuraba envolver y quebrar la unidad de las entidades ruralistas, desmovilizar la pueblada de la Argentina interior y, sobre todo, desactivar la convocatoria del campo al acto del 25 de Mayo ante el Monumento a la Bandera, en Rosario.
El discurso de la señora de Kirchner y el silencio de su marido fueron asumidos por muchos analistas como una señal unívoca de súbita sensatez gubernamental; puesto que parecía haber ocurrido ese milagro, una fuerte presión se ejerció entonces sobre el movimiento campesino para que no dejara pasar la aparente oportunidad de un diálogo civilizado. Esa presión no era sólo fruto de la fatiga, sino de la preocupación que se registraba en centros nerviosos del sistema de negocios ante la retracción de la actividad y a la tendencia en alza en todo el país al retiro de depósitos de los bancos y a la compra de dólares, clásico recurso en situaciones de inseguridad. La amenaza de que entraran en acción las formaciones especiales kirchneristas que comanda Luis D'Elía incrementaban los temores de violencia y las ansias de un urgente arreglo.
El gobierno procuró utilizar ese desasosiego empresarial en beneficio propio: impulsó pronunciamientos de organizaciones no agrarias, negoció treguas con algunos sectores influyentes y trató de derivar toda la presión sobre el campo. "El oficialismo – se advertía aquí una semana atrás- alentó la ilusión de que de inmediato, después de ese complicado uno-dos , izquierda y derecha, propinado por D'Elía y la Señora, se produciría el abandono del adversario". Esa ilusión no se consumó: el campo anunció el lunes 19 y abrió el miércoles 21 un paréntesis en las medidas de fuerza para facilitar las negociaciones, pero lo hizo reclamando que se tratara de una buena vez el tema disparador del conflicto, las famosas retenciones móviles impuestas el 11 de marzo. Aclaró además que en ningún caso suspendería su acto en Rosario.
El gobierno no había conseguido quebrar la unidad de las entidades rurales, ni disuadir al campo de manifestar masivamente el 25 de Mayo. Tan pronto como constató ese fracaso, el elenco oficial volvió a empacarse. Así , el jueves 22 montó un acto repetido: el jefe de gabinete escenificó para las cámaras su cordialidad con los representantes del campo y enseguida, a puertas cerradas, pospuso una vez más el debate de las retenciones. Ahora es muy improbable que el numerito pueda reiterarse: es difícil que el campo acepte sentarse a solas con representantes del gobierno central: exigirá, en todo caso, mediadores y testigos, trátese de la Iglesia, que en su momento ofreció sus servicios, o de gobernadores: varios de ellos, y de diferentes banderías, también lo han hecho.
El retroceso táctico dictado por Néstor Kirchner una semana antes no sirvió de nada: el gobierno ha vuelto a encerrarse en su burbuja, una obstinación que tiene un costo. El viernes volvieron a caer los bonos, se reiteraron las operaciones con papeles y acciones que permiten sacar divisas del país sin interferencia oficial, los bancos perdieron casi 1.000 millones de pesos de depósitos y renació la demanda de dólares, lo que obligó al Banco Central, como había ocurrido la semana anterior, a deshacerse de reservas. En una Bolsa que se mostraba en baja, se destacaba la caída de acciones de bancos, como el Galicia y el Macro.
La inflación y la pobreza que el INDEC dibuja pero la sociedad sufre sin maquillaje son otros tantos costos.
Y las encuestas de opinión pública son otro registro de quebrantos para el gobierno. Según la última muestra nacional realizada por la prestigiosa firma Poliarquía, por ejemplo, la imagen positiva de la señora de Kirchner experimentó en lo que va del año 2008 una caída de 30 puntos, 10 de los cuales se perdieron durante el mes de abril, es decir, en el clímax del conflicto con el campo. Actualmente sólo 26 de cada 100 personas tiene un juicio favorable sobre la presidente, mientras 34 de cada 100 la evalúan negativamente: las opiniones desfavorables crecieron un 20 por ciento desde enero. El esposo de la presidente, que durante años se ha alimentado de encuestas, hoy las descalifica como "truchas". Tal vez ahora le encargue al INDEC sus estudios de opinión pública.
Néstor Kirchner sigue convencido de que aflojar frente a la pueblada de la Argentina interior dejaría al gobierno de su familia definitivamente debilitado. Probablemente no le falte razón. En cualquier caso, su apuesta por tensar el conflicto tampoco carece de riesgos. Es cierto que el estilo áspero y confrontativo del oficialismo muchas veces intimida e inmoviliza a sus adversarios , pero en las últimas semanas, si bien tuvo influencia sobre algunos sectores que se colocan a los costados del conflicto central, esa táctica no consiguió inmovilizar o aislar al campo. Más bien a la inversa, ha sido en las filas oficialistas donde se notaron deserciones, vacilaciones y dudas hamletianas. Los rasgos rígidos e hipercentralistas de manejo del kirchnerismo empiezan a ser cuestionados. El bloque de diputados del Frente por la Victoria ya padece sangrías y está a punto de partirse formalmente. Muchos hombres que todavía no se animan a hablar en voz alta consideran que la Casa Rosada no sabe cómo salir del atolladero, no tiene políticas y abusa de las consignas. Y a veces, ni siquiera se consideran plausibles las consignas. Una docena de intendentes de zonas rurales bonaerenses electos por el Frente por la Victoria fueron convocados por el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli y el Director de Análisis Político de la Unidad Presidente, Juan Carlos Sereno: se trataba de bajarles línea, inyectarles optimismo y reclamarles ayuda para trasladar gente al acto de Salta, donde habla el 25 la señora de Kirchner. Los alcaldes, algunos de los cuales sufrieron en sus ciudades el cuestionamiento de los productores y los vecinos, y hasta la toma de locales municipales, pese a una charla extensa expresaron con reiteración sus dudas. Como para convencerlos definitivamente, el Director de Análisis Político de la Unidad Presidente les dijo entonces con la mayor seriedad: "En el Horóscopo Chino, 2008 es el año de la Rata de Tierra y Cristina es Serpiente de Agua. Hay gran complementariedad. A Cristina le va a ir todo fenómeno este año". Pese al vaticinio, los intendentes regresaron a sus pueblos intranquilos y difícilmente empleen ese argumento para convencer a sus vecinos. Algunos probablemente abandonen pronto el oficialismo.
Un kirchnerista de vara alta explica así la estrategia de su jefe máximo: "Es obvio que si acuerda con el campo se debilita y eso no se lo puede permitir, porque no sólo se lo comen los adversarios, sino que se le suben a la nariz hasta los que hoy están enrolados como propios. Néstor no tiene cartas como para elegir un juego entre varios: si no quiere entregarse, está obligado tensar y agrupar a su alrededor a los disciplinados, a los obedientes, a los que no dudan. La confrontación fortalece a los propios, les da musculatura a tus soldados. El gobierno tiene que resistir y pasar esta crisis con esos elementos. Si lo hace, después vienen las elecciones del 2009 y todo lo que hoy muestran las encuestas y lo que se esconde detrás de las columnas del campo se disgregará. Entonces les ganamos las elecciones con una fuerza vigorosa y unificada. Nosotros somos el gobierno y la oposición política no existe".
Proyectarse a las elecciones del 2009 puede ser una señal de extremo optimismo o de desesperación ante el presente. Para los comicios programados faltan muchos meses aún, en cambio es ahora cuando hay que dar soluciones a un país que esta revuelto, tenso y polarizado y hay que dar respuestas a una economía que muestra síntomas de alarma, a una producción que no ve señales claras, a una sociedad que parece haber dejado de creer en el gobierno, y a un mundo que parece haber dejado de creer en la Argentina.
En cualquier caso, se adhiera o no a aquella visión que nutre al oficialismo, lo cierto es que los Kirchner han estado en condiciones de imponerla a la Argentina durante todos estos años, y así hemos llegado a este mes de mayo. De hecho, los actos que este domingo se desarrollarán en Salta y en Rosario son una metáfora del conflicto y, como señalamos en este espacio, "esa tensión no está determinada por un capricho, sino por circunstancias objetivas", por lo que "no puede considerarse equilibrada una equidistancia entre ambos bandos; todo compromiso entre ellos es de vida corta, una mera postergación de la hora de la verdad. Es preferible hacerse cargo del conflicto y ponerse del lado que cada uno prefiera".
El campo se ha convertido en el emergente de un reclamo de equidad, pluralismo, democracia y federalismo; el gobierno aplica en la política y en la economía una regla centralista y confiscatoria; necesita desafiar los hechos y los datos de la realidad cuando ellos no caben en su propio "relato", el discurso del poder; su conducta no reside en admitir conflictos circunstanciales sino en estimular como estrategia la confrontación permanente. Con ese comportamiento gobernó cuatro años,así triunfó el año pasado. Habrá que ver si lo que funcionó hasta el año pasado es útil ahora y en el futuro. O si se precisan nuevas palabras, nuevas voces.

18/5/08

Entre el Arroz con Leche y la Marcha de San Lorenzo

 



Guillermo Moreno suele revelar ante audiencias profanas lo que Néstor Kirchner comenta en la intimidad a sus apóstoles. El ex presidente emplea ese método de comunicación para que trascienda lo que él desea que se suponga que piensa. Intrincado el hombre.

Horas antes del discurso de la señora de Kirchner en el modesto estadio de Almagro, Moreno vaticinaba un triunfo del gobierno sobre la movilización campesina iniciada dos meses atrás: "Ya están con la lengua afuera. Los tenemos doblados".
¿Era eso lo que realmente creía Néstor Kirchner?
El vigor y la extensión del movimiento nacido en el campo no confirmaban, en rigor, semejante diagnóstico. Las pobladísimas asambleas realizadas en cientos de pueblos de provincias eran ya apenas el núcleo ostensible de una protesta que abarcaba mucho más que a productores rurales: en los centros urbanos del interior, comerciantes, profesionales, trabajadores y estudiantes se solidarizaban con el movimiento, embanderaban sus domicilios, marchaban por calles y avenidas, hacían el aguante a la vera de las rutas o acompañaban las impresionante, kilométricas marchas de maquinaria agrícola.

El ensanchamiento de la base de la movilización fue acompañado rápidamente por una ampliación de lo que podría llamarse su horizonte programático: la reivindicación estrictamente sectorial del inicio (retenciones, retiro de los obstáculos a la exportación, etc.) dio paso a planteos de orden más general, como el debate sobre el destino de los impuestos que paga el campo y el reclamo de federalismo fiscal.

Naturalmente, el planteo federal y la índole democrática del movimiento de la Argentina interior condujeron a reclamar a las autoridades locales (intendentes, gobernadores) que se comprometieran con sus pueblos y se emanciparan de las ataduras que les impone la Casa Rosada a cambio de concederles como gracia lo que previamente succiona de provincias y pueblos a través de las retenciones y otras piezas del dispositivo centralista. El movimiento agrario se transformaba en una pueblada del interior.

Los reclamos incluyeron manifestaciones y virtuales tomas de municipios (en Lincoln, provincia de Buenos Aires o en Crespo, Entre Ríos, por ejemplo) o en lanzamientos de protestas de carácter fiscal: después de un tractorazo en Viale, Entre Ríos, se propuso no pagar las tasas municipales en protesta contra el alineamiento del intendente. "Que le pida la plata al gobernador y que éste le pida a Kirchner que le devuelva las retenciones. Nosotros ya dimos", proclamaban los vecinos. Según la prensa de la provincia, esa medida sería copiada en muchas otras localidades de la campaña entrerriana.

Por otra parte, estaba ya a la vista el deslizamiento de núcleos relevantes del peronismo al campo gravitatorio de la rebelión provinciana. Jorge Busti en Entre Ríos, Carlos Reutemann y los cuerpos orgánicos del PJ en Santa Fé, Juan Schiaretti y José Manuel de la Sota en Córdoba, una porción nada despreciable del PJ pampeano, decenas de intendentes en distintos puntos del país y muchos legisladores nacionales y provinciales objetaban la gestión kirchnerista del conflicto y comenzaban a expresar en vos cada vez más alta que ese manejo no sólo estaba dañando la gobernabilidad, sino que también se estaba "llevando puesto al peronismo".

En verdad, una movilización como la que protagonizan el sector agrario y los pueblos del interior, que abarca casi toda la extensión de la República y que tiene simpatías evidentes en las grandes urbes, delimita un antes y un después, demarca –si no a corto, al menos a mediano plazo- nuevas líneas de reagrupamiento social y, en definitiva, un cuadro de ascensos y descensos, de ganadores y perdedores.

En el hogar de los Kirchner habitualmente se consumen encuestas de opinión pública, de modo que los presidentes que allí conviven no ignoran la caída en picada de la imagen de la señora ni el juicio popular sobre el comportamiento del pater familiae.

Las consecuencias de esos saberes e impresiones (de las cifras demoscópicas tanto como de los informes de inteligencia) indujeron a Néstor Kirchner a dar un paso al costado en el escenario pejotista del acto de Almagro, para entregarle el protagonismo a su señora esposa, de modo que fuera ella quien pidiera un armisticio. Hombre complejo, Kirchner produjo una combinación contradictoria y desconcertante, destinada a disimular su intento de retirada. Lanzó primero a uno de los comandantes de sus "formaciones especiales", Luis D'Elía, a amenazar a los agrarios con movilizar millones de piqueteros para combatirlos. Un bluff de aficionado: si D'Elía cuenta millones de algo, no es precisamente de seguidores.

Kirchner alentó además discursos duros de los restantes oradores del acto de Almagro, un compromiso que obedientemente acataron el gobernador del Chaco y un joven protegido por la Casa Rosada, pero que el experimentado Hugo Moyano gambeteó como pudo, apelando a lo que recuerda del mensaje de Perón ("A la Argentina la salvamos entre todos…").

La familia presidencial aplaudía ardorosamente para las cámaras los discursos duros y el tono alzado de Capitanich, corina de humo para la retirada que se preparaba a anunciar la señora de Kirchner.

A decir verdad, lo que se le exigía esa tarde a la señora era un verdadero esfuerzo. Ella no está acostumbrada al registro suave, a las palabras contemporizadoras. A esa circunstancia debe asignarse la fragilidad conceptual de su discurso, más insustancial que muchos de los anteriores. En cualquier caso, todos se notificaron de lo esencial: el tono era un tono de repliegue.

Ese tono, combinado con los aplausos fervientes del matrimonio a las frases combativas de Capitanich y con las previas amenazas de D'Elía, daba una resultante rara, un tanto esquizoide: como cantar el Arroz con Leche con la música de la Marcha de San Lorenzo. Misión cumplida para Néstor Kirchner, que quería disfrazar la retirada con acordes marciales.

Entre sus adictos más empeñosos, Kirchner se ha hecho fama de ser un táctico exquisito. Probablemente en base a esa admiración y a los mensajes que dejaba trascender a través de emisarios como Moreno, el oficialismo alentó la ilusión de que de inmediato, después de ese complicado uno-dos , izquierda y derecha, propinado por D'Elía y la Señora, se produciría el abandono del adversario.

Si el gobierno, en la voz de la principal inquilina de la Casa Rosada, convocaba a dialogar (y, caso contrario, D'Elía amenazaba con sus Hunos), ¿cómo podría ocurrir otra cosa que la aceptación del convite? Hubo, pues, "pena e indignación" en el oficialismo cuando el campo pidió, para volver al diálogo, no un discurso de Cristina Kirchner desde sede partidaria, sino una convocatoria expresa desde el su rol de presidenta, con una agenda clara que incluya sin ambigüedades la corrección de las retenciones móviles. Se pide que haya una palabra oficial, no dos o tres. ¿Es tan raro ese reclamo?

Ocurre que tanto el campo como los amplios sectores de la sociedad que acompañan la pueblada de la Argentina interior creen ahora muy poco en la palabra oficial. Esa palabra sufrió efectos más graves que el peso con la devaluación asimétrica, se ha tornado al menos tan dudosa como las cifras del INDEC. Y, a decir verdad, no faltan motivos para ello.

Once días atrás, por caso, después de estar reunidos por varias horas con el Jefe de Gabinete Alberto Fernández, los dirigentes de las entidades del campo anunciaban una buena nueva: el gobierno había finalmente aceptado discutir las retenciones móviles impuestas el 11 de marzo, el tema que había disparado la gran movilización de la Argentina interior. "El Gobierno admitió que las retenciones son un problema y está dispuesto a modificarlas -relató esa tarde el titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi-. Fue una reunión con algún nivel de avance, pero con muchas dudas. Lo bueno es que se pudo incluir en la discusión el tema de las retenciones", añadió.

Tres horas más tarde, Alberto Fernández salió a desmentir a Buzzi. De hecho, pasó varios días haciéndolo y hasta llegó a decir que los dirigentes agrarios se habían vuelto locos. Los voceros habituales del gobierno (y cierta prensa permeable a sus argumentos) imputaron a Buzzi una actitud mendaz y provocativa.

No deja de sorprender que, a partir de que el campo decidió (el jueves 15 de mayo) mantener su paro y su movilización, el gobierno lo acuse de intolerante e intransigente y alegue como argumento que las entidades rompieron el diálogo el 6 de mayo pese a que Fernández se manifestó a discutir inclusive las retenciones móviles. En un mecanismo culpógeno que merecería un tratamiento científico, el gobierno proyecta sobre el campo su propia intransigencia y convierte en verdadero lo que hace una semana y media calificó apasionadamente de falso.

La palabra del gobierno se ha envilecido, se desconfía de de esa palabra. En verdad: se desconfía del gobierno. No lo dicen sólo las encuestas, que en general registran opiniones pasivas. Lo dice la movilización que se vive en toda la geografía argentina. Las encuestas indican que 3 de cada 4 argentinos consideran que el conflicto agrario debe encontrar un fin rápido. De esa opinión no se deduce –como algunos analistas sugieren- que la opinión pública adhiera en este asunto a una adaptación de la teoría de los dos demonios, o que esté reclamando un empate. Está claro que para la opinión pública la responsabilidad de poner fin al conflicto reside en el gobierno. Es la familia Kirchner la que debe sincerar el repliegue que inició en el acto de Almagro, dando marcha atrás con una medida que se ha demostrado nefasta e inconducente. Las conducciones de las entidades agrarias no pueden sino expresar la opinión de sus bases y la de los amplios sectores que están, de hecho, liderando. Que lo sigan haciendo, que no dejen de hacerlo, entraña la preservación de un valor indispensable para la reconstrucción política e institucional de la Argentina: la confianza en la representación.

Hay un conflicto duro entre esa representación y el modelo de gobierno centralista y confiscador que hoy encarna el gobierno; esa tensión no está determinada por un capricho, sino por circunstancias objetivas. Por eso, no puede considerarse equilibrada una equidistancia entre ambos criterios, entre ambos bandos; todo compromiso entre ellos es de vida corta, una mera postergación de la hora de la verdad. Es preferible hacerse cargo del conflicto y ponerse del lado que cada uno prefiera.

15/5/08

Paradojas y desconcierto en el estadio de Almagro





El acto oficialista en el que Néstor Kirchner celebró su acceso (sin elección interna) a la presidencia del PJ fue escenario de una seguidilla de curiosidades y paradojas.


Mientras Hugo Moyano, uno de los vicepresidentes que escolta a Kirchner en la conducción pejotista, desplegaba un discurso de tono comparativamente suave y acusaba a las organizaciones ruralistas de intolerancia por ejercer actitudes de fuerza en el paro agrario, a algunos metros del palco, en un flanco del estadio de Almagro, legiones de su sindicato de camioneros se enfrentaban con piedras y palos con grupos análogamente pertrechados del gremio de la construcción.
Néstor Kirchner, entretanto, privaba a los presentes del esperado plato fuerte de la tarde: su discurso de asunción. NK decidió no hacer uso de la palabra y cederle el micrófono a su señóra esposa.
Algunos análisis rápidos en los medios electrónicos consideraron que ese paso era una manera de “entregarle espacio” a su mujer, cuyo rol presidencial se ha visto opacado por el protagonismo de Kirchner Néstor y su evidente influencia en las decisiones y en el rumbo del poder político. En rigor, el minué conyugal de Almagro no sirvió para cancelar el bicefalismo que se achaca al gobierno, sino más bien para duplicarlo (invertido) en el plano partidario. Lo que la opinión pública reclama –según se observa en las encuestas- no es que la señora gane cartel francés en un acto del PJ que su esposo debería presidir, sino que ocupe efectivamente la titularidad del Poder Ejecutivo, para el que fue ella (y no su esposo) la elegida. Si efectivamente la señora de Kirchner quiere dar una señal de diálogo a una Argentina interior que reclame ser escuchada, lo plausible sería hacerlo desde la Casa Rosada, ubicada en su rol presidencial y no de sopetón y por sorpresa sustituyendo casualmente a su marido en una tribuna partidaria.
Como para contribuir a la confusión general, la señora no mencionó jamás en su leve discurso (uno de los más insustanciales que se le recuerden) al movimiento que organizaba el acto público, ni a los fundadores de ese movimiento ni a la historia y símbolos del peronismo. El único sello partidario que la señora de Kirchner recordó con nombre y apellido fue el Frente para la Victoria, al que aludió para recordar que fue bajo esa sombrilla política donde ella inició su carrera en cargos públicos, en la “lejana” provincia de Santa Cruz.
Así, en el acto de Almagro se habló de paz mientras las barras propias se hacían la guerra a pocos pasos, y la principal oradora festejó a un partido que no era el que esa tarde estrenaba sus autoridades.Una comedia desconcertante y desconcertada.

11/5/08

Unicato, éxodos y locuras



El gobierno dinamita puentes, corta el diálogo con el campo y llama locos a los ruralistas. En el oficialismo se ha iniciado el éxodo de gobernadores, intendentes y parlamentarios que no quieren avalar la política impulsada por Néstor Kirchner, vértice de un régimen de unicato desafiado por la insubordinación de la Argentina Interior.



LEAR: ¿Me estás llamando bufón?
BUFON: Tus otros títulos los has
cedido. Con este naciste (…)
Cuando partiste tu corona
en dos te cargaste el burro al hombro
para cruzar el vado.


WILLIAM SHAKESPEARE, El Rey Lear, I, 4



En las últimas semanas un síndrome misterioso induce al gobierno a evocar con reiteración la demencia. El ministro de Justicia, Aníbal Fernández (que, por lo demás, ahora se atiene al lema "el silencio es salud") aseguró que era "una locura" la hipótesis de que Néstor Kirchner pudiera asumir como jefe de Gabinete. En el mismo párrafo descalificó también la posibilidad de que Martín Lousteau dejara la silla de ministro de Economía, lo que ocurrió, no obstante, pocas horas después.
Otro Fernández, Alberto, el jefe de Gabinete, aventuró el viernes 8 de mayo que los dirigentes del campo "se volvieron locos", y casi a coro, el ministro de Interior, Florencio Randazzo, diagnosticaba en los ruralistas una "actitud demencial". ¿Por qué mentar la soga en casa del ahorcado?
Lo cierto es que, lo recite quien lo recite, es el discurso oficial el que suena lleno de sonido y furia y se compone de una serie de repeticiones cada vez más altisonantes que no escuchan ni toman en cuenta las voces y conductas de los otros. Cuando despunta algún esfuerzo de recepción y parece iniciarse un diálogo, éste es tronchado brutalmente, y el lenguaraz voluntarioso es forzado a desmentirse a sí mismo y a sus interlocutores. El procedimiento, descompone el teléfono, dinamita los puentes, aniquila las mediaciones. Probablemente es esa propensión al aislamiento lo que está convirtiendo el espacio oficialista en un plano inclinado por el que se deslizan y alejan apoyos que el gobierno descontaba hasta que estalló el conflicto por las retenciones móviles a la soja.
La movilización del campo se ha convertido en una insubordinación de la Argentina interior, que no reclama sólo reivindicaciones sectoriales, sino que ha proclamado el federalismo fiscal como programa y colocó en el centro del debate el sistema confiscatorio centralista de matriz parasitaria sobre el que el oficialismo montó su hegemonía a partir de 2003.
El gobierno edificó en estos cinco años un sistema de poder hipercentralizado, un "Unicato", en el que Uno expropia recursos del país así como el poder de cámaras legislativas, gobiernos provinciales y buena parte del sistema judicial. Ese dispositivo, construido sobre la base de la confiscación, el manejo de la caja, el disciplinamiento estricto, el manejo de la calle y la confrontación permanente, ha tocado un límite fuerte.
El titular del Unicato es Néstor Kirchner. El hecho de que le haya cedido sus títulos oficiales a su esposa Cristina Elisabeth sólo cambia las cosas en el sentido de que él ejerce casi clandestinamente su mando, y las formalidades (incluyendo las que se ejercen desde la Casa Rosada) obstruyen a veces poco y a veces mucho ese ejercicio. También provocan problemas, digamos de gestión: quienes por hache o por bé necesitan recibir una palabra decisiva del gobierno comprueban a menudo que no están hablando con el interlocutor adecuado.
Puesto que la rigidez es uno de los componentes centrales del Unicato, el dispositivo montado por el Unico no puede flexibilizarse sin riesgos de disolución. Está en su propia lógica interna confrontar hasta el fin. De allí que su conducta no satisfaga a los analistas que le piden "comportamientos sensatos y racionales". Su racionalidad se deduce de su comportamiento habitual.
Un domingo atrás, un periodista escuchado y respetado por los Kirchner (lo que debe apreciarse en toda su significación), se refirió a esa lógica en su columna de Página 12 llamándola "genética kirchnerista"; para ilustrarla, Horacio Verbitsky evocó hechos del año 2002, cuando NK era aún gobernador de Santa Cruz: "La voluntad de no ceder a la acción directa ni por la amenaza de la fuerza es un rasgo genético del kirchnerismo. Pero también incluye la decisión de enfrentar el reto con medios políticos y sin recurrir a la represión (de las fuerzas de seguridad). .. El episodio de mayor trascendencia nacional en ese sentido ocurrió en 2002, cuando el entonces gobernador Kirchner instó a sus partidarios a no dejarse correr por las cacerolas que en los días anteriores habían rodeado la Legislatura en Río Gallegos: días después, militantes del Frente para la Victoria de Kirchner y funcionarios de su gobierno cumplieron con la sugerencia y blandieron palos y cadenas ante los cacerolos".
En una palabra, los métodos informales de disputa de las calles y las rutas practicadas por los grupos que comanda Luis D'Elía o por activistas del sindicato de Camioneros de Pablo Moyano ya habían sido inventados en Santa Cruz, forman parte de la genética K.
Un secreto actual: es probable que ese rasgo genético (el no empleo de las fuerzas de seguridad y el uso, a cambio, de grupos "con palos y cadenas") se deba a la pérdida por parte del Unicato del monopolio legal de la fuerza. Probablemente el Uno prefiere dar órdenes a quien las va a cumplir (D'Elía) y no a quienes sospecha que pueden desobedecerle.
En cualquier caso, la genética kirchnerista, la lógica de su dispositivo de poder supone la confrontación y considera siempre que lo que está en juego es el poder mismo, la capacidad de gobernar; que conflictos como el del campo sólo pueden terminar con la victoria y la anulación del adversario. Un dicho sostiene que cuando uno no quiere, dos no pelean. Es probable que Néstor Kirchner haga realidad la inversa de esa frase. Cuando uno quiere, dos pelean.

Quien coloca permanentemente el ejercicio del poder como trofeo de un conflicto, obviamente arriesga perder el poder si es derrotado. Néstor Kirchner afronta ante la rebelión federal un conflicto que puede perder. Una pelea con un adversario importante y extendido: el sector más dinámico y competitivo de la economía argentina, territorialmente desplegado en todo el país, que cuenta, además, con la simpatía de la opinión pública urbana.
A diferencia del dispositivo hipercentralizado propio del Unicato, la movilización de la Argentina Interior parece funcionar sobre la base de una organización solidaria, descentralizada y en red. A cambio de la rigidez de la otra parte, el campo actúa con flexibilidad y escuchando el mensaje que llega desde abajo y se expresa en las asambleas. De ese modo puede cambiar de tácticas, corregir inercias o desviaciones (los cortes de ruta se han manejado desde la reanudación del paro con la atención puesta en no perjudicar a los consumidores urbanos) y procurarse nuevos apoyos.
De hecho, el campo inicia esta segunda etapa de movilización con respaldos explícitos de gobernadores (en primer lugar, el de Córdoba, Juan Schiaretti), legiones de intendentes y legisladores. El oficialismo sufre una sangría que amenaza con tornarse incontenible. El debate que expresa la resistencia del peronismo a las políticas que impone Kirchner para el campo se ha expresado ya en pleno bloque oficialista de la Cámara de Diputados. Más aún: el propio presidente de ese bloque, el santafesino Agustín Rossi , ha quedado herido en el ala la última semana cuando orgánicamente el justicialismo de Santa Fé (su partido) hizo pública su postura sobre el conflicto: "Hay que defender el sistema agroproductivo argentino, porque es la base del desarrollo económico de la provincia y del país entero", reza la declaración suscripta por el titular del partido, Norberto Nicotra. Simultáneamente, el senador Carlos Reuteman se pronunció en el mismo sentido y llevó personalmente su apoyo a distintas asambleas y piquetes rurales de su provincia.
El gobierno Kirchner observa como se le escapan los peronistas de Córdoba y Santa Fé, y como institucionalmente los gobiernos de ambas provincias (uno justicialista, otro socialista) expresan su apoyo al campo, mientras las encuestas no sólo registran la caída veloz de la señora de Kirchner (hoy con poco más del 20 por ciento de imagen positiva) sino el alejamiento de su propia base electoral: 1 de cada 4 ciudadanos que la votaron en octubre declaran hoy que ella marcha en rumbo equivocado.
Las palabras en esas circunstancias pueden traicionar a los hablantes, oscuras pulsiones inconcientes pueden colocar con frecuencia en los discursos palabras inadecuadas o inoportunas. La señora de Kirchner, por caso, en su reciente visita a Jujuy ensalzó los esfuerzos de su gobierno en términos de " una nueva epopeya, como la del éxodo de Belgrano, como la del Exodo Jujeño ".
¡La palabra éxodo es tan reveladora ! Por otra parte: el éxodo jujeño. Se trató de una maniobra defensiva, desesperada en la que un Manuel Belgrano que se veía en inferioridad ante los españoles del general Goyeneche, reforzados con tropas que llegaban desde el Alto Perú, ordena abandonar la plaza y dejar atrás sólo tierra arrasada: quemar casas y cosechas. Cuando evoca el Exodo Jujeño comparándolo con su propia epopeya (breve, debe admitirse), ¿son esas las imágenes que desfilan por la fantasía de la Presidente: huídas, incendios, desolación, amenaza enemiga?
Si los sueños de la razón engendran monstruos, ¿qué criarán las pesadillas?

Publicado en La Capital de Mar del Plata (110508)