Elecciones, indiferencia, crisis
¿Alguien siente el clima electoral?
Por el momento, a tres domingos de la cita con las urnas, los argentinos no parecen atraídos en demasía por el deber cívico. Quizás contribuya a ese desinterés la circunstancia de que no se intuye, al menos en esta instancia de octubre, un enfrentamiento de fuerzas simétricas, una polarización.
En una entrevista que publicó hace pocos días La Nación, la politóloga belga Chantal Mouffe adviertió sobre la ausencia de debate político, sobre la necesidad de que la política encarne pasiones e identidades fuertes: “Hay que reconocer que existe una dimensión antagónica en la sociedad”, señaló la analista y sugierió la necesidad de “crear las instituciones y las prácticas que la encaucen”.
La anodina y desigual campaña en marcha – cuantiosos recursos concentrados en un polo, fuerzas dispersas y débiles del otro; ausencia de ideas vigorosas y de voluntad polémica en todas partes- determina la indiferencia generalizada que se puede registrar, al menos hasta estos días, en relación con los comicios.
En cualquier caso, conviene recordar que no hay una, sino dos competencias en marcha: una, con primera fecha de cierre dentro de tres semanas.
Es esa puja electoral en la que –aseguran las encuestas- el resultado será un tranquilo triunfo oficialista que hará innecesario el procedimiento del ballotage.
No obstante, para ubicar las cosas en su sitio tampoco debe olvidarse que esas encuestas están facturadas –salvo alguna excepción – por las mismas empresas de opinión pública que habían profetizado victorias holgadas del oficialismo radical en Chaco (donde finalmente triunfó una gran coalición centrada en el peronismo y liderada por Jorge Milton Capitanich); también habían asegurado al gobernador santafesino Jorge Obeid que Rafael Bielsa llegaría a un virtual empate en Santa Fé, aunque lo que éste obtuvo fue una derrota que lo obligó a un nuevo mea culpa. Las encuestas también adivinaron mal en Córdoba: allí daban por garantizada una amplia ventaja de Juan Schiaretti sobre Luis Juez y al día de hoy no está resuelto el intríngulis del conteo de votos para dirimir lo que resultó un dramático empate entre ambos. Un poco más atrás aún, las encuestas habían augurado el triunfo de Carlos Rovira y su propuesta de reelección perpetua en la provincia de Misiones. Pero Rovira perdió por mucho y ese proyecto no sólo concluyó en fracaso sino que determinó el fin de otras ilusiones reeleccionistas y cambios fuertes en el diseño electoral que preparaba el gobierno.
En fin: las encuestas no son palabra santa.
Los propios gurúes demoscópicos admiten que la opinión pública muchas veces engaña a los encuestadotes y otras tantas se encuentra en tal estado de volatilidad, que es demasiado vidrioso aventurar sus movimientos.
De hecho, las últimas encuestas divulgadas registran la indefinición explícita de una cuarta parte del electorado, un segmento tan amplio que puede convertir su perplejidad actual en un arbitraje que determine si hay o no segunda vuelta y quiénes participan en ella. Así, pues, la competencia electoral -Oficialismo vs. Opositores-, en los aprontes aparece deslizándose en beneficio del gobierno...aunque los aprontes están muy cuestionados.
Pero hay –decíamos- una segunda competencia, en la que el oficialismo se enfrenta con la realidad, un plano en el que este gobierno y el que lo suceda deberán afrontar retos que son sumamente exigentes.
Contabilicemos algunos.
• La Argentina está aislada en un mundo en el que el crecimiento aparece vinculado a la asociatividad política y la integración económica mundial. Las oportunidades fotográficas que el oficialismo se compró para adornar la campaña electoral de la señora de Kirchner durante la reciente gira neoyorquina no son un remedio al aislamiento, sino más bien su confirmación. Una foto con el ex presidente Bill Clinton no es sustituto de una política externa.
• Improvisación en materia de política externa.El gobierno está mostrando con sus actos que debe corregir sobre la marcha consecuencias de sus propias decisiones anteriores. Así como, en el plano interno, la necesidad de reforzar su anemia electoral lo ha llevado a transformar a Daniel Scioli de esqueleto en el placard a gran esperanza blanca, así ha tenido que tomar distancia, por interpósita persona, de sus amigos regionales –el comandante Chavez y Evo Morales, aliados del régimen de Teherán-, al formular un reclamo judicial al gobierno iraní en la sede de las Naciones Unidas y solicitarle a la institución mundial que "exija" a Teherán su colaboración con la Justicia argentina. El oficialismo aplica así, una vez más, por imperio de necesidades domésticas, la política del tero: mientras despotrica por izquierda contra los Estados Unidos, aporta una pieza que puede ser importante en los movimientos occidentales de contención del régimen iraní, aunque se expresa con suma cautela sobre la naturaleza de la política que ese régimen impulsa. Esas picardías ni componen una política exterior ni testimonian coherencia.
• Subsistencia de la tensión con Uruguay. Movimientos electorales oportunistas impulsaron, dos años atrás, que se elevara hasta un punto crítico la temperatura de la relación con Uruguay por el tema de las papeleras. El próximo gobierno heredará un pleito irracional con el país amigo y deberá darle satisfacciones a la preocupada comunidad de Gualeguaychú, que hoy se siente usada y abandonada.
• Otra consecuencia de la improvisación. El gobierno denunció ruidosamente, pocas semanas atrás, un tratado de cooperación en materia de hidrocarburos con Gran Bretaña suscripto durante el gobierno de Carlos Menem que, en el marco de un alambicado plexo jurídico, representaba para Londres el compromiso de que cualquier explotación petrolera en las aguas malvinenses, que nuestro país reclama y Gran Bretaña controla, debía devengar tributos al Estado argentino. El gobierno repudió ese tratado en vísperas de que Londres anunciara –acaba de hacerlo- que estudia una extensión de sus controles marítimos en la zona y se dispone a la paralela explotación de hidrocarburos. Así, el gobierno termina facilitando que la usurpación tenga un problema menos que resolver: el la gestualidad crispada se traduce en una renuncia a exigir los derechos que estaban pactados. Palabras altisonantes para hechos que debilitan la posición nacional. He allí otra prueba patética de aislamiento.
• La huida de capitales y la reticencia de la inversión externa reflejan dramáticamente el aislamiento. Un trabajo de Agustín Monteverde publicado durante la última semana subraya que “la inversión externa directa del sector privado no financiero en el segundo trimestre de 2007 sumó apenas 509 millones de dólares, lo que marcó una fulminante baja interanual de 67 por ciento frente a los 1534 millones ingresados un año antes, que ya evidenciaban una desaceleración de 27 por cientorespecto a lo ingresado en 2005”.
Monteverde compara esos 509 millones de dólares con “los más de 20.000 millones que Brasil atrajo en inversiones directas —es decir, en plantas y maquinarias— del exterior durante el primer semestre de este año”.
El agudo economista observa asimismo que las remesas de utilidades de las multinacionales con filiales en el país han alcanzado desde el año pasado “niveles récord del orden del 2 % del PBI, duplicando lo que giraban en los infames años '90”. Los giros por utilidades e intereses a las casas matrices fueron más de dos
veces y media lo que ingresó como inversión .
• La desinversión va, en el campo de los servicios públicos (y particularmente en el energético) de la mano con el retraso tarifario y las graves distorsiones de precios relativos, cuya corrección provocará indudablemente fuertes tensiones. La falta de inversión en aquellos campos se transforma en una restricción muy fuerte al crecimiento.
• Inflación creciente y, para colmo de males, escondida o mal disimulada con bárbaras incongruencias en el sistema estadístico nacional que profundizan el mal, transformando en objeto de duda todos los datos oficiales.
• Puja por la actualización salarial para ponerse a cobijo de los efectos de la inflación.
• Reclamos de inclusión y de un ingreso de inclusión por parte de los sectores que trabajan en negro, cerca de un 50 por ciento de la fuerza laboral. Aunque la economía está recalentada y alentando las pulsiones inflacionarias por los estímulos al consumo de algunos sectores, hay graves problemas de distribución tanto en segmentos de los trabajadores registrados como, fundamentalmente, en el ancho continente del trabajo en negro.
• Tensiones sofocadas entre Nación y provincias que tienden paulatinamente a expresarse en torno a la distribución federal de recursos hoy apropiados por la caja nacional. La reivindicación de una coparticipación equitativa de los recursos en cambio de la discrecionalidad del poder central en su reparto se hará oir más temprano que tarde.
• Un sistema político débil y convaleciente, con grandes dificultades para cumplir su función de facilitador y articulador de las pulsiones de la opinión pública en su relación con el poder. La ausencia virtual de sistema político torna más fuertes y descontroladas las tensiones sociales, estimula la práctica de la acción directa por los más diversos sectores y abre las compuertas de un crecimiento de la anomia y la violencia.
Sobre la mayoría de estos temas el gobierno actual no tiene respuestas y su candidata, al parecer, tampoco. Seguramente por eso evitan que se les formulen preguntas. ("Ha hecho pocas definiciones nuevas en Nueva York y no pudo abordar las preocupaciones económicas dominantes como la suba de la inflación, que según la estimación privada de los economistas asciende al doble que la registrada por el índice oficial del 9,6%, pero tuvo un gran desempeño en las relaciones públicas", cuestionó a la señora de Kirchner el prestigioso Financial Times). Algunos líderes de las fuerzas opositoras quizás puedan tenerlas, pero por el momento se muestran demasiado ocupados en otras cosas como para darlas: su prioridad es ubicarse al menos en el segundo puesto electoral, presentarse como los elegidos para pelear mano a mano con señora de Kirchner.
En cualquier caso, los hilos de la crisis no se cortan el domingo 28. La realidad seguirá entretejiéndolos más allá de las elecciones.
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