17/7/07

El episodio Fernández: un debate con el ministro de Interior



En las fotos: Aníbal Fernández
y Mario Moreno, Cantinflas.






El titular de Interior, Aníbal Fernández, declaró en su momento que la inseguridad ciudadana era apenas "una sensación" del público y afirmó más tarde que los efectos de la crisis energética eran "nimios". Un comentario mío sobre la situación energética, publicado en La Capital de Mar del Plata, impulsó al ministro político a lanzarse al ruedo de un debate, que se extendió después de mi primera respuesta. Lamentablemente, cuando incluí las cuatro intervenciones y el artículo original en mi blog, poca gente pudo enterarse porque la página fue casi inmediatamente atacada por piratas político-informáticos. Aquí se reproducen todos esos elementos..

Carta del ministro de Interior al diario La Capital (publicada 260607)


EL UNICO PODER QUE CONOZCO...VIENE DEL PUEBLO


Ni propios ni ajenos discuten hoy sobre la clara responsabilidad que le compete al gobierno de Carlos Menem en las complicaciones energéticas que atraviesa hoy nuestro país.
La kermesse de privatizaciones, entregas, contratos desfavorables, préstamos y subsidios leoninos que armó el menemismo en torno al sector energético de nuestro país es, a no dudarlo, el paradigma del modelo que plantearon para la Argentina.
No querían industrias nacionales, no querían un país productivo, por ende, no necesitaban gas, ni electricidad, ni combustibles, ni nada.
Sólo los dólares "fáciles" (y carísimos) de los organismos financieros multilaterales que ingresaban a través de créditos abusivos para que las empresas de servicios privatizadas pudieran sacar el 70 por ciento de sus ganancias en divisas al exterior.
Jorge Raventos, por entonces vocero de Guido Di Tella, es decir, promotor de las "relaciones carnales", fue un actor relevante de esa fiesta.
El mismo Jorge Raventos que, ahora, desde su histórica columna dominical en el diario La Capital de Mar del Plata (columna que sostuvo durante años, sin importar el cargo político que ocupara, transgrediendo todas las normas éticas: las de la política y las del periodismo), se rasga las vestiduras por el tratamiento que la cuestión energética recibe de parte del gobierno.
Por el tratamiento comunicacional, por supuesto. Porque Raventos se enoja por las respuestas que da el Gobierno a los medios. Se enoja por la terminología. Y hace jueguitos de palabras. Con la energía, con las elecciones, con el ballotage…
Claro, Raventos debe saber bastante de ballotage. Porque para el 2003, ya había ascendido a vocero de Carlos Saúl Menem y debe haber tenido mucho que explicar cuando el ex presidente no se animó a competir con Néstor Kirchner.
Uno esperaría que Raventos, puesto en su piel de periodista, fuera más criterioso. Pero se ve que tantos años operando y trabajando de vocero de esos sectores que se han visto desfavorecidos por las políticas desarrolladas por nuestro gobierno, le impiden el más mínimo sentido común.
Le impiden recordar que los autores de la debacle energética fueron los mismos que se reúnen con él y con Carlos Menem, mes a mes, en la peña Eva Perón.
Le impiden recordar que lo que menos les interesaba a ellos era que hubiera una industria floreciente. Que les bastaba con que sus socios –entre ellos Macri- realizaran operaciones de importación/exportación a como diera lugar, de y hacia Brasil.
Y, sobre todo, le han borrado de la memoria su antigua militancia en el FIP del "Colorado" Ramos y en JAEN (Juventudes Argentinas para la Emancipación Nacional ) y le permiten integrar un grupo de "operadores" que en la misma semana y en diferentes medios, avanzan sobre las mismas cuestiones: una supuesta debilidad del Gobierno y la "Crisis Terminal" de la Energía.
Raventos, Jorge Castro (en el diario Perfil) y Pascual Albanese han publicado cuestiones similares en los últimos días: saludando la victoria de Macri y pronosticando cacerolazos energéticos a diestra y siniestra.
Siniestra, si. Es siniestra la falta de memoria de alguien que se supone un observador de la realidad (de ahí su tarea de columnista político en La Capital ) y que, sin embargo, se sirve de todos los medios a su alcance para continuar con su tarea de operador y vocero.
Aunque quizá tenga razón Raventos en que "el frío tiene superpoderes" ya que el próximo presidente sin duda será pingüino o pingüina.

Contador Aníbal Domingo Fernández
Ministro del Interior




Respuesta al ministro, enviada 260607

EL MINISTRO, SUS PRONTUARIOS Y LA CRISIS ENERGÉTICA


El ministro de Interior Aníbal Fernández, que firma una correspondencia evidentemente escrita por alguien bajo los efectos de los pronunciamientos electorales de Capital Federal y Tierra del Fuego, ha decidido, al parecer, desmentir algo de la columna que firmé en La Capital el último domingo (tal y como vengo haciéndolo desde hace un cuarto de siglo).
Tras un título que a la postre suena desconcertante, no queda claro, en rigor, qué es lo que el contador Fernández deseaba rebatir, aunque sí resulta obvio que para intentarlo se ocupó, con minuciosa intención pero escaso escrúpulo, en estudiar mi trayectoria personal ( que en sus carpetas debe figurar bajo el título de prontuario).
Más allá de la gentileza involuntaria de ilustrar a través de su estilo epistolar varios de los conceptos que yo desarrollé en mi artículo, Fernández aprovecha la ocasión para expandirse sobre temas de historia, ética, política y periodismo. No es este el lugar para debatir con él, aunque estoy abierto a hacerlo donde él proponga. Sí quiero recordar(le), a raíz de uno de sus párrafos, que los padres fundadores del periodismo argentino fueron (no sucesiva, sino simultáneamente) militantes políticos, hombres de valores vigorosos, comprometidos con sus ideas: hablo de Mariano Moreno, de José Hernández, de Bartolomé Mitre, de Domingo Faustino Sarmiento, de Olegario Andrade, de Juan Bautista Alberdi o de Juan B. Justo; como sedicente lector de Jauretche, Fernández no puede ignorar, más cercanamente, a Arturo Frondizi, el mismo Jauretche, Roberto Noble, Rogelio Frigerio, Julio Ramos. Y podría asimismo mencionar, empezando por la otra punta, a un famoso político que, siendo presidente, firmaba columnas en el diario Democracia con el seudónimo Descartes (mejor no invocar aquí su nombre, ya que nunca lo hacen ni el ministro ni el Presidente). Ellos son siempre una inspiración.
A juzgar por uno de los últimos tramos de la carta, es probable que lo que más haya inquietado al ministro en mi comentario sea que menciono por su nombre a la crisis energética y señalo la posibilidad de que, si se generalizan los cortes domiciliarios, haya cacerolazos. El contador Fernández atribuye esa alusión, al parecer, a alguna operación conspirativa. ¿Abarca esa conspiración a casi la totalidad del periodismo y a buena parte de los técnicos? Porque lo cierto es que todos los medios mencionan aquella posibilidad. El colega Eduardo Van der Kooy, sin ir más lejos, informa en Clarín del mismo domingo 24 no sobre cacerolazos potenciales, sino sobre reacciones ciudadanas que ya se han producido: "el martes a la noche –anota - hubo piquetes y fuego que cortaron el acceso a Rosario por la Panamericana. Los habitantes de un barrio cercano denunciaron falta de luz desde hace diez días. En la zona sur y suroeste de esa ciudad se produjeron también protestas…"
Las serias dificultades energéticas no son culpa de quienes las registran. Las respuestas ad hominem no contestan los desafíos de la realidad. De hecho, cabe suponer que el señor Ministro sigue creyendo que la única verdad es la realidad.

Jorge Raventos



Segunda carta de Fernández a La Capital

DE PROCERES, PLUMAS Y TODO LO DEMÁS


Desconcertante. Jorge Raventos utiliza la palabra para calificar el título de mi respuesta a su columna política y avanza desconcertado por las palabras, ocupado por demostrar que es ético hacer periodismo a la vez que hacer política.
Rara preocupación para alguien que intenta defender sus errores como si fueran una herencia.
Raro, como encendido –diría Enrique Cadícamo-, Raventos, trata de equipararse a Mariano Moreno, José Hernández, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Olegario Víctor Andrade, Juan Bautista Alberdi o Juan B. Justo;sin olvidar a Jauretche en la noble tarea de la acción política y el ejercicio de la prensa escrita, y metiéndose, como de prestado, en el Olimpo
de los “padres fundadores del periodismo argentino”.
Por supuesto, Raventos! Ellos –y no mezclo la hacienda juntándolos con Roberto Noble, Rogelio Frigerio o Julio Ramos, flor y nata del Desarrollismo vernáculo- utilizaron, como usted, los medios escritos para operar políticamente desde sus columnas. Sólo que ellos defendían una idea y usted un “status quo”. Lo de ellos era ideológico, lo suyo mercantilista. Ellos utilizaban su pluma para expresarse, usted para expresar a sus “patrones”. Ellos eran verdaderos disidentes, usted apenas un vocero. Y no se trata de enmendarle la plana, pero, cuando el General escribía bajo el seudónimo de Descartes en el Diario Democracia,
allá por 1951, lo hacía bajo el lema: “No ataco, critico” y la verdad es que su columna del domingo nada tiene de crítica, no hay propuestas, ni siquiera hay salida, por el contrario, mucho de ataque.
De todas maneras lo importante es que si usted la pasó mal, como muchos de los hombres que formamos este gobierno, fue seguramente para que podemos “debatir” por este u otro medio como lo estamos haciendo, entre otras cosas.
Porque no es necesario tener carpetas. Usted es un hombre público, como yo. Su pasado, como el mío, está en Internet. Yo no reniego del mío. Finalmente, me alegro que crea que “la única verdad es la realidad”.
Y espero además que lo crea en términos peronistas. No sea que su “evolución” política lo haya acercado al post estructuralismo y piense que “la realidad es una construcción de la mente… después de ser sometida a los medios de comunicación”.


Cdor. Aníbal Fernández
Ministro del Interior


Respuesta a la segunda carta


EL MINISTRO Y LA VIDA DE LOS OTROS


Se observa en la última contribución firmada del ministro Aníbal Fernández un pulso más tranquilo y una prosa más propia que en la anterior, escrita con otra mano y bajo los nervios de la doble derrota electoral del domingo 24. Pese al cambio de estilo, hay lamentablemente en ella una insistencia en falacias, frases calumniosas y fugas por la tangente.
En primer lugar: el ministro reincide en una postura (que no conviene a su posición) de árbitro de la ética en general y de la ética periodística en particular. En el terreno de las profesiones, al ministro le corresponde discutir sobre la ética de los contadores. Yo discuto de ética periodística con mis colegas.
Para tranquilizar su ánimo, desconcertado por la lectura al biés, debo aclararle que con la cita de los padres fundadores no me incorporaba de rondón a ese listado, sino que mencionaba el comportamiento inspirador de todos ellos, con algunos de los cuales no tengo especial empatía, pero sí reconocimiento. Sobre la combinación de política y periodismo, contador Fernández, los periodistas podemos seguir diferentes bibliotecas: muchos admirables colegas afirmarán que es menester mantener ambos asuntos bien separados. Yo cité ejemplos de otra biblioteca. En la que podría incluir el ministro, si el tema le interesa, nombres que hoy están muy próximos a él, como, por ejemplo, los de Miguel Bonasso u Horacio Verbitzky, que nunca vacilaron en practicar ambas disciplinas simultáneamente y que, hasta donde yo sé, no sufrieron el riguroso juicio moral del contador Fernández.
Reincide también el ministro en una visión conspirativa: me atribuye escribir lo que escribo y firmo, no por convicciones, sino “por mercantilismo”. ¿En qué sostiene esa afirmación, salvo en el prejuicio o el espíritu agresivo?
El ministro dice que no reniega de sus ayeres, lo que es meritorio. Tanto sus ayeres como sus anteayeres (y también los míos), claro está, pueden rastrearse bastante bien en Internet. En mi caso, y hasta el martes de esta semana, había inclusive un blog mío (La página de JR) en el que podían leerse mis ideas y mis columnas. Allí podía verificarse, como en los archivos de La Capital , además, si escribo “ataques” guiados “por el mercantilismo” o si sostengo consecuentemente análisis e ideas, así ellas no sean del agrado del ministro. El ministro, que se ve que frecuenta Internet, y seguramente lee los diarios, se habrá enterado de que este martes, poco después de incorporar al blog las primeras piezas de este “debate” (que por mi parte aquí finaliza), ese blog fue usurpado y vandalizado por saboteadores informáticos, que llenaron la página de contenidos ofensivos y amenazantes, y de opiniones que, ay!, me atribuyen los mismos pecados que me imputa el ministro. Como no participo de interpretaciones conspirativas, aclaro que no estoy afirmando que haya necesariamente vínculo entre una circunstancia y otra. Lo que sí me gustaría saber es que el ministro, que no es un árbitro de ética ni un idóneo en materia energética, pero bajo cuya órbita sí se encuentra la división de delitos informáticos, ha ordenado ya actuar al respecto para encontrar a los culpables.

Jorge Raventos




La nota (publicada en La Capital el 24 de junio)que provocó la reacción del contador Fernández.



El invierno también
tiene superpoderes


Más allá de la exuberancia suburbana de su prosa, que él esgrime con entusiasmo para aporrear opositores, el titular de Interior, Aníbal Fernández, puede convertirse por momentos en el ministro minimalista del gobierno de Néstor Kirchner. Cuando se trata de jibarizar la imagen de un problema, Fernández cambia la brocha por el pincel milimétrico y puede dibujar la inseguridad pública como una ilusión óptica generalizada, una ficción, un fenómeno que roza la inexistencia; y la crisis energética, igual que la electricidad, como una sustancia invisible de efectos "nimios". Lamentablemente, lo invisible –Saint Exupery dixit- suele coincidir con lo esencial, y las ausencias que describe el gobierno a través del reducidor Fernández suelen ser ausencias ubicuas, sean de seguridad (jurídica o física), de gas, de gasoil o de electricidad: dan noticias de ellas en la Capital y en provincias, en el mundo urbano y en el rural.
Si el minimalismo del ministro de la política y la seguridad es observado con cierta perspectiva, se descubre que es sólo la pieza de un dispositivo mayor. Guardando cierta analogía con el proverbial "todo lo que está quieto se pinta, todo lo que camina se saluda", este mecanismo oficial tiene varias reglas, que podrían sintetizarse así: todo lo que no anda se subsidia; todo lo que puede perturbar a la opinión pública se elude; todo lo que crea problemas se niega y/o se minimiza; de todo lo que se manifiesta ostensiblemente como problema y es imposible subsidiarlo más, eludirlo o minimizarlo, se culpa a alguien: empresarios, opositores, la década del noventa, el Fondo Monetario Internacional… o el frío.
La crisis energética ha sido sometida durante más de tres años a todos esos tratamientos e insiste tercamente en manifestarse. Tanto así, que el gobierno ha tenido que admitir su existencia y (por cierto, no sin culpabilizar centralmente a empresas transportadoras y al puntual invierno) analiza en secreto un plan de emergencia, mientras se agita en aplicar -día por día, hora por hora- parches cada vez más costosos para los sectores productivos y cada vez más estériles para ofrecer soluciones.
Entre los efectos "nimios", ninguneados al promediar la última semana por Fernández El Minimalista, hay que contabilizar la paralización parcial de la industria automotriz (total en muchas plantas autopartistas), las crecientes restricciones a todos los llamados grandes usuarios (casi 5.000 empresas medianas y superiores), la prohibición de venta de GNC durante varios días (con las consiguientes protestas de taxistas, que dependen del gas relativamente barato para que su actividad sea económicamente sustentable).
Se observan hoy las nada sorprendentes consecuencias de una política que ha desalentado la inversión de modo sistemático. Impulsado por una lógica electoralista y con la esperanza de "no pagar costos políticos" el gobierno se ha dedicado infructuosamente a transformar en invisible lo evidente, en lugar de tomar medidas para afrontar lo previsible.
¿Conseguirá, al menos, evitar los famosos costos? Con aguda (aunque inconfesa) conciencia de sus problemas, la Casa Rosada elabora su deteriorada relación con las clases medias urbanas, esas que, tras la máscara de opinión pública constituyeron durante un extenso período una de las bases de su poder. Desde el plebiscito misionero que terminó con los sueños reeleccionistas del gobernador Carlos Rovira hay constancias registradas del malestar de ese amplio e influyente sector. En aquella oportunidad, fue en Posadas, la capital misionera, donde se produjo el resultado más abrumador ( 70 a 30) contra el gobernador kirchnerista. La victoria de Mauricio Macri (en la primera y seguramente también en la segunda vuelta del domingo 24), el tan inesperado como arrollador triunfo de la candidata del ARI en Ushuaia y su acceso al ballotage en Tierra del Fuego, las fuertes movilizaciones en la capital de la propia provincia del Presidente son hitos de la fatiga política de la opinión pública urbana en su vínculo con el oficialismo. Esos signos de hartazgo se potencian con la verificación cotidiana de una inflación que el gobierno escamotea a través de la manipulación estadística. Y –temen cerca del Presidente- podría tocar los límites del cacerolazo si la crisis energética irrumpiera decididamente en los hogares. He aquí el motivo por el cual los informes y pronósticos meteorológicos se cotizan hoy en la Casa Rosada más alto que las encuestas electorales. Es que estas pueden sufrir variaciones fuertes en función de las temperaturas y las precipitaciones. Y el frío y las lluvias no pueden ser manejados con el método Moreno.
Si hasta hace un tiempo podía afirmarse que la principal oposición al gobierno, antes que de la política provenía de la realidad, hoy puede precisarse ese juicio. La política está empezando a moverse; y, en el frente de la realidad, la Naturaleza juega durante el invierno un rol protagónico. Por algunas semanas, el frío tiene superpoderes. .

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