28/7/07

Scioli y Macri: enigmas aún abiertos



Los estudios demoscópicos vienen revelando en los últimos meses que, de las personalidades políticas con mejor imagen pública, hay cuatro que se destacan ampliamente del resto, aunque dos de ellas –Néstor Kirchner y su esposa y candidata, Cristina Kirchner- se encuentran en repliegue. Los otros dos personajes favorecidos por la opinión del público son el jefe de gobierno electo de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, y el vicepresidente y precandidato a gobernador bonaerense, Daniel Scioli.
Deteriorado por sucesivos casos de corrupción o desmanejo administrativo en el seno del oficialismo (Skanska, obras públicas sobrevaluadas, excesos y descontrol en materia de subsidios, procesamiento de funcionarios que incluyen a la ministra de Economía que eligió el Presidente) tanto como por la crisis energética, la inseguridad pública y el incremento de la inflación, Néstor Kirchner ha caído sistemáticamente en las encuestas durante el último año (la pérdida es de diez puntos según Poliarquía, una de las empresas más de estudios de opinión más acreditadas del mercado). La primera dama ha tenido en esta materia un comportamiento satelital, acompañando a cierta distancia (siempre más abajo) los ascensos y descensos de su esposo.
Los casos de Scioli y Macri tienen rasgos singulares. Ambos son emergentes de la década del noventa, un período que el Presidente decidió demonizar. El vicepresidente se lanzó en aquellos años a la política con el claro respaldo de Carlos Menem y atravesó garbosamente los cambios de gobierno, blindado por una actitud que irradia optimismo constructivo y procura evitar crispaciones, resentimientos y puños cerrados. Con ese talante soportó el largo exilio interno al que lo sometió el matrimonio gobernante (a Scioli, que le preside el Senado, le tocó la convivencia frecuente y no siempre cordial con la hoy candidata presidencial). La sostenidamente positiva opinión del público sobre Scioli pareció un premio de la sociedad a su excepcional temple para sobrellevar adversidades y malos tratos. De hecho, fue la notable opinión favorable que concentraba (su intención de voto en la provincia supera a la de la primera dama) la que llevó a Kirchner a trocar el virtual destierro interior del vicepresidente por su promoción a la primera candidatura bonaerense. En un paisaje electoral nacional complicado, el arrastre de Scioli aparecía para la Casa Rosada como una locomotora indispensable para sostener la carrera presidencial: el distrito bonaerense aporta casi el 40 por ciento de los votos del país.
Convertido en un instrumento fundamental para las expectativas electorales del oficialismo, Scioli concentra hoy un poder que va más allá de las formalidades. Si él decidiera, por caso, tomar distancia de la boleta oficialista bonaerense, el daño electoral que produciría al kirchnerismo sería muy grande. Cuando unas semanas atrás el peronista Ramón Puerta, uno de los pilares del reciente congreso refundador del PJ realizado en Potrero de los Funes, declaró a un diario porteño que “Scioli sería un candidatazo” a la presidencia, la inquietud cundió en el oficialismo. Sobre todo en los amplios sectores internos del heterogéneo kirchnerismo, que siguen desconfiando del vicepresidente, viendo en él un sapo de otro pozo.
Para estos sectores kirchneristas, la candidatura a gobernador de Scioli equivale, en rigor, a tragar un sapo poco digerible. Y reclaman garantías que limiten los futuros movimientos de Scioli en el poder bonaerense. Le proponen a Kirchner que le imponga al vicepresidente tanto el nombre del candidato a vicegobernador como los de la lista de legisladores provinciales y diputados nacionales por el distrito, además del futuro presidente del Banco de la Provincia. Para la vicegobernación, por caso, mientras Scioli ha dejado trascender su preferencia por José Juan Bautista Pampero, el antiguo amigo y médico del matrimonio Duhalde. Desde el kirchnerismo se lanzan otro nombres: los del jefe de los diputados, el matancero Alberto Edgardo Balestrini y del ex jefe político de Kirchner en su juventud en La Plata, el diputado Carlos Kunkel, uno de los legisladores de Montoneros que enfrentó a Juan Perón en 1974.
La aparente tensión que trasluce esa danza de nombres (y apenas se trata, por ahora, del cargo de vicegobernador) es observada atentamente por los actores políticos provinciales y nacionales. Nadie apuesta a que estalle una crisis insalvable, pero algunos se ilusionan con ella. No contribuye a aventar esa posibilidad el hecho de que todavía no haya un pronunciamiento de la Justicia sobre la legalidad de la candidatura de Scioli, de quien algunos opositores denuncian que no reúne los requisitos constitucionales para ser candidato (es probable la Cámara electoral no demore en pronunciarse y lo haga respaldándose en un dictamen de la Legislatura bonaerense que permitió a José Octavio Bordón, rosarino de nacimiento y ex gobernador de Mendoza, convertirse en Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, un cargo que reclama idénticos requisitos legales que el de gobernador).
En cualquier caso, la sorda tensión que rodea la candidatura aún no formalizada de Daniel Scioli, es un hecho político llamado a tener consecuencias antes o después del comicio de octubre.
En cuanto a Macri y su actitud ante las presidenciales: lo tratamos en el artículo que sigue.

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